‘El Pueblo’.- La evolución de los movimientos radicales en
el entorno geográfico de Ceuta es un asunto al que se le
viene prestando especial atención desde este medio. Hace
ahora 15 meses, en plena vorágine de actividad yihadista en
el norte de África, nuestro compañero, David Alvarado,
colaborador de ‘El Pueblo’, corresponsal de prensa en Rabat
de Cuatro y CNN+, hacía un exhaustivo informe sobre la
evolución del terrorismo islamista en el Magreb
preferentemente en los entornos marroquí y argelino.
El GSPC (Grupo Salafista para la Predicación y el Combate) y
el GIA fueron la esencia de lo que hoy se conoce como AQMI
(Al Qaeda en el Magreb Islamico).
Los servicios de inteligencia vienen advirtiendo de
peligrosos movimientos de la red terrorista que han tomado
la franja del Sahel como centro de refugio, adiestramiento y
operaciones valiéndose de la incapacidad y debilidad de los
paises que circundan este inhóspito paraje centro africano.
En septiembre de 2008, ‘El Pueblo’ daba cuenta de las
actividades de estos grupos radicales y advertía de la
‘afganización’ de este territorio.
De hecho, la parte del amplio ‘informe Alvarado’, que hoy
reproducimos, se centra exclusivamente en el apartado
titulado: ‘La región saheliana: el Afganistán del norte de
Africa’.
La inquietud con la que los expertos en terrorismo
internacional contemplan al Sahel contrasta con la
indiferencia de la opinión pública mundial al encuentro de
la región donde Al Qaeda más ha crecido durante los últimos
años. Esta peligrosidad ha sido – y es – puesta de
manifiesto en sucesivos informes de inteligencia de
diferentes estados. Desde el Foreign Office inglés hasta el
Pentágono norteamericano pasando por el Quai d’Orsay galo,
todos coinciden en señalar que, hostigados en contextos como
Afganistán o Irak, los acólitos de Oussama Ben Laden han
encontrado aquí, en un no man’s land lejos del poder
efectivo de los estados y de las fuerzas militares
internacionales, un refugio privilegiado, donde AQMI ha
establecido su retaguardia, sus cuarteles generales y
centros de operaciones, además de sus campos de
entrenamiento para mouyahidines magrebíes. Es también en el
Sahel donde se planean buena parte de los ataques a cometer
en los países de la zona, pero también en la “infiel” y
“cruzada” Europa. Los potenciales terroristas acuden de
sitios tan distintos y dispares como los barrios de chabolas
de los suburbios de ciudades como Casablanca, Tetuán, Argel
o Túnez, o las zonas áridas y desiertas más desfavorecidas
del este mauritano o del gran sur libio y argelino.
El secuestro, en marzo de 2008, de dos turistas austríacos
en el sur de Túnez a manos de terroristas de la órbita de Al
Qaeda y la facilidad con la que, en el plazo de pocos días,
los reos fueron conducidos hasta la región de Tombuctú, al
oeste de Mali, no lejos de Mauritana y a miles de kilómetros
de donde fueron raptados, corroboraron estos temores. Este
suceso, que saltó a la portada de las informaciones de todo
el mundo, dio un importante toque de atención sobre la
peligrosidad de la región saheliana, la permeabilidad de sus
fronteras, la incapacidad de los poderes en liza para
ejercer un poder efectivo de control sobre el terreno y el
hecho de que el Sahel se haya convertido en el santuario de
la organización de Osama Ben Laden en el norte de África.
En esta franja inhóspita que transcurre a lo largo de media
docena de países, desde Egipto y Sudán hasta el África
occidental, las dunas de arena se mezclan con las piedras.
Los dispositivos de vigilancia se han mostrado ineficaces,
lo que convirtió al Sahel en escenario de todo tipo de
tráficos ilícitos (drogas, tabaco, productos falsificados,
seres humanos), de episódicas revueltas tuaregs y, cómo no,
de una intensa actividad yihadista. Si bien existen
enfrentamientos puntuales, informes de inteligencia apuntan
a que terroristas, rebeldes y traficantes trabajan de forma
conjunta. Para muchos expertos, el objetivo de Al Qaida es
hacer del Sahel un nuevo foco terrorista, la imagen de
Pakistán y de Afganistán en los años ochenta. Con esta
finalidad, a la cabeza de este nuevo vivero integrista han
sido situados antiguos combatientes en Afganistán como
Mokhtar Belmokhtar, alias Abou el Abbas, emir de Al Qaida en
la región Sáhara-Sahel. Oculto en el norte de Mali, sobre
Mokhtar Belmokhtar, condenado dos veces a muerte en Argelia,
pesa una orden de busca y captura.
Satélites de Estados Unidos han detectado en el norte de
Malí varios campamentos móviles de entrenamiento para
mouyahidines. Permanecen abiertos unos pocos días y después
se trasladan a otro lugar del desierto para evitar ser
detectados. Conocidos los riesgos y, aunque provisional,
incluso su emplazamiento, la lucha contra Al Qaeda en este
contexto no se antoja, sin embargo, nada fácil. Las Fuerzas
Armadas Argelinas han efectuado incursiones en el norte de
Malí, no lejos de Kidal, tratando de acabar con los
salafistas. El 20 de febrero de 2007 se concluyó un acuerdo
entre el gobierno de Malí y los rebeldes tuareg de la
Alianza Democrática del 23 de Mayo por el Cambio en el que,
bajo los auspicios de Argelia, se resolvía armar a las
milicias tuareg para, aprovechando su experiencia y
conocimiento del medio, emplearlas en la lucha contra el
terrorismo saheliano.
Ninguna de estas iniciativas parece haber dado sus frutos,
al menos de momento. Mientras, las relaciones entre Argelia,
Marruecos y Libia son demasiado rudimentarias como para
emprender una acción conjunta contra AQMI en la región.
Francia, antigua potencia colonial con un peso simbólico
harto importante en la zona, tampoco parece querer
implicarse sobremanera en la lucha.
AQMI y los Estados Unidos: La estrategia de seguridad
africana de Washington
Ante la inestabilidad saheliana y las evoluciones de AQMI en
la región, Washington se ha visto en la necesidad de tomar,
en cierta medida, las riendas de la situación. Primero puso
en marcha la Iniciativa Pan Sahel, que perseguía entrenar y
equipar a los precarios ejércitos de la región. El
Departamento de Estado envió 1.500 soldados a la base
militar francesa en Djibuti, con un presupuesto inicial de
unos ocho millones de dólares y con el apoyo de las fuerzas
especiales norteamericanas del Comando Europeo (Eucom). En
2005, aunque el programa siguió vigente de manera formal, se
puso en marcha un nuevo proyecto denominado Iniciativa
Transahariana de Lucha contra el Terrorismo cuyo colofón
debiera ser el despliegue del Comando África de Estados
Unidos (Africom), para cuya puesta en marcha se destinó un
monto aproximado de 80 millones de dólares. El 1 de octubre
de 2007 se estableció como una unidad adscrita al Eucom,
previéndose su total autonomía y operatividad a partir del
30 de septiembre de 2008.
En abril de 2008, el director del FBI, Robert Mueller,
anunciaba la apertura de una antena de su organización en
Argel “para hacer frente a las nuevas amenazas provenientes
de la región, tras constatar que a lo largo del último año y
medio las capacidades de AQMI se han acrecentado de forma
inquietante”. Mueller aludió concretamente a “la posibilidad
de que un mismo individuo posea dos pasaportes que le
permitan entrar en Europa, donde no se encontraría más que a
un billete de avión electrónico del aeropuerto JFK de Nueva
York o de cualquier otro en territorio estadounidense”. La
nueva antena del FBI, que ya dispone de casi 70 en el
extranjero, se situó, como viene siendo costumbre, en el
seno de la embajada de los Estados Unidos en la capital
argelina.
En esa misma época, en Internet se difundía un video
extraído de la cadena norteamericana ABC sobre presuntos
entrenamientos conjuntos entre el ejército argelino y los
Marines en el Sahara argelino. Las imágenes mostraban a
oficiales con el uniforme militar argelino y norteamericano
disparando metralletas M16 equipadas con aparatos de
infrarrojos, además otro tipo de ejercicios de
adiestramiento para la utilización de aviones no pilotados
destinados al reconocimiento del territorio. Si bien no se
precisa ni la fecha en que fueron grabadas las imágenes ni
la ubicación exacta de las mismas, se asegura que estos
ejercicios castrenses están destinados a la lucha conjunta
entre Argel y Washington contra los grupos terroristas que
operan en la región saheliana.
Es un hecho que durante los últimos tiempos se han producido
numerosos intercambios de visitas entre los responsables de
ambos países en la lucha antiterrorista. El informe de
Marion E. Bowman, representante del FBI ante la Comisión de
Vigilancia de Actividades de Inteligencia en el Senado
norteamericano, había citado a Argelia, ya en julio de 2002,
como “aliado de los Estados Unidos en la lucha contra Al
Qaeda”. Desmintiendo tales propósitos, el Comisario por la
Paz y la Seguridad de la Unión Africana, el argelino Ramdane
Laâmamra, saltaba a la palestra para negar de forma
categórica cualquier presencia de fuerzas militares
extranjeras en Argelia. En declaraciones vertidas en rueda
de prensa en el Centro Africano de Estudios sobre
Terrorismo, en el marco de unos trabajos sobre el terrorismo
en el Magreb, Laâmara no dudó en señalar como “la
experiencia argelina en el marco de la lucha antiterrorista
es reclamada por los otros y no a la inversa”.
El refuerzo de la cooperación antiterrorista fue,
precisamente, el eje central de la última gira magrebí de
Condoleeza Rice, Secretaria de Estado Estadounidense, que
tuvo lugar entre el 4 y el 7 de septiembre de 2008. Si bien
Libia, Túnez, Argelia y Marruecos, los países que visitó
Rice, coincidieron con Washington en la existencia de un
“riesgo terrorista real” que debe ser atajado de forma
conjunta, la idea del Africom no acaba de arrancar.
El principal escollo no es otro que la resistencia de
líderes como Muammar Gadafi y Abdelaziz Bouteflika, para
quienes, al menos oficialmente y de cara a sus propias
opiniones públicas, en clave nacionalista y arabo musulmana,
la presencia de una milicia extranjera en su territorio se
antoja un hecho “inaceptable” que no dudan en calificar de
“ocupación colonial”. Sólo Túnez, Nouakchott y Rabat se han
mostrado partidarios al Africom, proponiéndose Marruecos
incluso a albergar la sede del futuro comando regional.
Mientras, AQMI sigue campando a sus anchas en el Sahel,
preparando ataques se cada año se cobran cientos de vidas,
aprovechando la debilidad de sus enemigos y su falta de
capacidad para concluir acuerdos.
* Politólogo y corresponsal de prensa en el Magreb
|