La U.E, en los acuerdos de Lisboa,
estableció un ambicioso objetivo para el año 2010,
precisamente para rebajar drásticamente los porcentajes tan
elevados de fracaso escolar y abandono escolar. Así, se
aspira a que el 85% de los jóvenes europeos concluyen sus
estudios secundarios y se sienten atraídos por estudios
postobligatorios, es decir, Bachillerato y Formación
Profesional. Es una propuesta que llega demasiado tarde
porque el 2010 se nos echa encima, para cambiar la situación
y, más aún, una tendencia que en España va en sentido
contrario. Según, el último Informe PISA, mientras que en la
mayoría de los países de la OCDE el porcentaje de
adolescentes que abandona la Educación Secundaria, sin el
título correspondiente, era del 19%, en España alcanzábamos
un 34%. Y los resultados en el Bachillerato no eran muy
esperanzadores, ya que el 30% del alumnado de esta
especialidad o de Formación Profesional, no terminaba sus
estudios.
Obviamente, este tipo de datos muy útiles para reforzar el
planteamiento de que, el problema de la educación española
estriba en su calidad, y que esta cuestión debe afrontarse
al mismo tiempo que se trabaja para la erradicación de la
violencia escolar, un problema muy grave, Posiblemente una
educación de calidad sirve, desde dentro, para poner fin a
los brotes de violencia o el malestar generalizado que se
puede producir en algunos centros escolares. Ese es el tema
que hay que poner sobre la mesa, para tratar de frenar todo
un rompecabezas de medidas y actuaciones, que confluyen en
la intención, pero que se dispersan en la eficacia. Ocasión
que, sin duda, había que tener presente en este utópico
Pacto educativo, con el que se quiere dar soluciones a
nuestro devaluado Sistema.
Llevamos muchos años, arrastrando unos problemas de
aprendizaje, agravados por situaciones de ausencia de
respaldo a la autoridad docente –ahora parece que se va a
poner soluciones-, de las familias que no saben como actuar,
quienes arremeten contra las administraciones competentes,
obteniendo insuficiente atención a las necesidades y
demandas de los centros educativos. Sabemos que, en general,
los políticos discuten y en lugar de buscar soluciones, se
enzarzan en cuestiones bizantinas que generan polémicas
mediáticas. Mientras tanto, el PIB destinado a la educación
no llega a la media europea del 6%, y el profesorado se
encuentra en medio del fuego cruzado del desencanto y
desánimo de la familia de los alumnos y la posición sin
norte de algunas administraciones que emiten de forma
convulsiva, instrucciones y decretos que provocan más
confusión en el ya enrarecido ambiente de los centros.
La reciente reforma del Bachillerato, con la introducción
del “llamado de la LOE”, fue recibido con mucho
escepticismo, no sólo por el punto de partida –cada vez son
menos los alumnos que se inclinan por estudiar Bachillerato-
sino porque las innovaciones introducidas por el Ministerio
de Educación no dan respuesta a la demanda de calidad de la
enseñanza española.
El hecho de mantener en dos años la duración del
Bachillerato, sin apenas modificar la ESO, no genera la
expectativa de incremento de calidad educativa. Asimismo, la
posibilidad de que alumnos con más del 45% de las materias
de curso aprobadas, al curso siguiente pueden matricularse
en esas asignaturas y al mismo tiempo iniciar materias
correspondientes al segundo año, da la impresión de que la
administración está más preocupada por la mejora de las
estadísticas que por resolver el problema del fracaso
escolar. Por otra parte se crea un ámbito de arbitrariedad,
porque se deja a las administraciones educativas autonómicas
la resolución de cómo ha de abordarse el estudio de
asignaturas pendientes del primer año con otras de segundo.
El nuevo modelo implica una opción temporal mayor para
realizar los estudios de Bachillerato, que puede alargarse
hasta cuatro años. Y, en este caso, algunas personas pueden
esperar a que sus hijos tengan más facilidades para ese
título de Bachiller que ahora les imposible de alcanzar. Sin
embargo, es muy difícil que con los fundamentos de la
Enseñanza Primaria y Secundaria se pueda abordar los
estudios de Bachillerato con las carencias de conocimiento
que se aprecian. Actualmente existe casi un 25% de
repetidores de 1º de Bachillerato. Esto hay que tenerlo en
cuenta, porque se puede producir un caos en el
funcionamiento de los centros a la vista de las nuevas
posibilidades que hemos comentado.
Evidentemente, hay que evitar que el Bachillerato se
convierta –si no se ha convertido ya- en una barrera para
los alumnos que, por cualquier razón, han experimentando
desajustes y atrasos en sus estudios elementales. De ahí, la
importancia de mejorar cualquier tipo de iniciativas que les
permitan rescatar conocimientos, sin los cuales no pueden
avanzar a niveles superiores. Aquí se tendría muy en cuenta
la lectura comprensiva, por ejemplo.
Para este aspecto ya hay una propuesta que viene del
Ministerio: ampliación de la escolaridad obligatoria hasta
los 18 años –ahora está hasta los 16 años-, con los que se
pretende erradicar o mitigar el más importante obstáculo: el
abandono escolar, aunque para algunos resultaría un grave
problema. Y ¿se puede obligar a un alumno a permanecer en la
escuela, en contra de su voluntad?
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