Pienso que necesitamos como nunca
provocadores de ideas libres y amantes de autenticidad. A
pesar del desbordante caudal de reuniones al más alto nivel,
de las buenas intenciones que suelen plasmarse en
documentos, lo cierto es que luego suele quedarse en nada.
Se avivan los conflictos armados y nadie respeta a nadie.
Cuando se pierde la consideración a la propia vida todos los
demás derechos se vienen abajo. Por ello, creo que nos hace
falta a todos pensar hondo sobre esto, para llevar a buen
término acciones humanizadoras. El camino pasa por estimular
la reflexión. Sin duda, una buena manera de pensar para la
acción. Ahora bien, no se puede desperdiciar ningún
laboratorio de ideas que reflexione desde la ética. Todas
las ideas son necesarias y precisas. El mundo anda colapsado
de dirigentes que han perdido la vergüenza, de personas
irrespetuosas con el pasado, con el entorno, con sus
semejantes. Ante estos hechos, hay que estimular valores con
valía, el prójimo con el yo, y poner en movimiento a los
predicadores de libertad. Vivimos en tantas prisiones que
hasta las ideas hemos tenido que hipotecarlas. Consecuencia
de todo ello, que esta atmósfera putrefacta ahoga cualquier
genialidad, el genio sólo puede respirar sintiéndose libre.
El momento actual está lamentablemente enrejado por el mal
gusto y el mal gesto. Esto dificulta la provocación en la
búsqueda de las ideas. Falta reflexión humana, pero también
reflexión social, reflexión colectiva. La desconfianza en
las relaciones humanas debilita acercamientos y
comprensiones. Se han triturado tantas ideas esenciales de
respeto y convivencia que nos da igual cultivar belleza que
explotar sin conciencia los recursos del planeta en favor de
unos pocos. ¿Qué es lo que puede volver a dar entusiasmo y
confianza, qué puede animar a provocar pensamientos nuevos
en una vida caótica? Sin duda, debemos volver a fomentar lo
auténtico para con nosotros mismos, conocernos y
reconocernos y hacernos cargo de lo que somos. Tenemos que
provocar esa reflexión interior por propia salud personal.
Esa es la gran apuesta para conseguir buenas vibraciones,
espíritu armónico frente a una razón fría, inhumana, que
genera un montón de conflictos. Por desgracia, la
civilización contemporánea intenta imponer al ser humano una
serie de preceptivos comportamientos de moda, el instinto de
la muchedumbre que responde a la voz de su poder, en vez de
provocar reflexión, debate para poder discernir.
Ciertamente, nos siguen separando más los intereses que las
ideas, a través de poderes que cultivan poderes enfermizos.
El principal: que el gentío no razone.
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