Como la narración de una historia épica, Francisco Sánchez
Montoya recordó ayer, en la primera conferencia de la
segunda jornada Más Iguales, la vida “plagada de aventura y
valentía” de la doctora Antonia Castillo, la ceutí que abrió
camino para las mujeres en el ejercicio la Medicina, en
1931. El ponente evocó, por ejemplo, como superó en la
oposición a tocólogo a Antonio López Sánchez Prado.Con el
título Doctora Castillo. Represión y exilio de la primera
mujer médica en Ceuta, Sánchez Montoya destacó ayer la
“valentía” de una persona que, “si hoy en día para una mujer
es difícil abrirse camino, ¡hay que imaginar cómo sería en
1927!, cuando Antonia regresa a Ceuta tras culminar el
Doctorado”.
“Una mujer muy, muy inteligente”, remarcó el miembro
numerario del Instituto de Estudios Ceutíes (IEC), de lo
cual da muestras que con 25 años ya tenía la carrera de
Medicina.
En 1931, el Gobierno de Primo de Rivera, establece que todos
los ayuntamientos deben tener un tocólogo municipal, una
plaza a la que aspiró Castillo, quien se llevó la oposición
superando a otro ilustre doctor como Antonio López Sánchez
Prado.
“El Ayuntamiento en pleno celebra el éxito de la doctora
ceutí”, explicó Sánchez Montoya, quien relató cómo una vez
establecida la República la doctora Castillo participa en la
Casa del Pueblo dando conferencias y, “aunque no hay datos
sobre ello”, el ponente se mostró convencido de que “volvió
a escribir su nombre en la Historia al ser también la
primera mujer en dar una conferencia”.
La doctora Castillo, que se mueve en “ambientes sindicales y
obreros”, se casa con un profesor de Filosofía y Letras,
Luis Abad, y representante del partido de Manuel Azaña en
Ceuta.
El golpe militar cambió por completo su vida: su marido huye
a Tánger desde donde se traslada a la península para
combatir a los fascistas, mientras ella se queda en Ceuta,
donde se le prohibe trabajar, por lo que se traslada a
Burgos una vez acabada la Guerra Civil y con su marido en un
campo de prisioneros en Argelia.
“En Burgos es también la primera mujer en inscribirse como
médica”, destacó Sánchez Montoya; sin embargo, en 1945 se
marcha “desilusionada” a México, logrando “mucho prestigio”
en su profesión.
En 1956, su marido es liberado y, tras pasar por París, se
reúne con Antonia veinte años después. “Los dos se
convierten en personas de reconocido prestigio”, señaló el
conferenciante, “pero añoran España”, a donde regresan en
1965, al pueblo almeriense de Gador. En 1973 fallecerían
ambos con una diferencia de pocos meses.
“Es una vida plagada de aventura y, sobre todo, de valentía
que merece el reconocimiento de la sociedad ceutí”, concluyó
Sánchez Montoya, quien se congratuló, por otra parte, que la
doctora Castillo dará nombre en pocos meses a una calle de
la ciudad autónoma.
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