Diez años me costó. Lo he hecho. Y ahora sí, he crecido
emocionalmente los 18 años que un paquete bomba no me dejó
que hiciera. De nuevo… vi sus muros, sus garitas, sus rejas…
Y observé aquella escena tantos años después…Di un rodeo a
aquellas murallas con cortafuegos de la prisión de El Salto
del Negro. Descaminé el laberinto de evasivas a no querer
rememorar el dolor y he dejado de llorar sin lágrimas, que
son los lamentos que más duelen. Lo que no se llora, no se
limpia. De Las Palmas de Gran Canaria me había traído sólo
sus fantasmas, y había dejado mi alma. Pero todo continuaba
en su lugar… encontré mi espíritu, mi esencia y mi aliento
entre las viviendas de funcionarios, entre las calles donde
jugaba, entre el sol y el chispeo de algunas gotas
características del clima tropical.
En la macro prisión “El Salto de Negro” y sus alrededores
vivían mis mayores miedos, pero allí también residía mi
mayor crecimiento. Y es que miré al cielo de una de las
islas afortunadas y recordé que de pequeña miraba al
infinito, al cosmos, con muchas aspiraciones que me negué a
alcanzar durante todo este tiempo. Ahora puedo decir que
puede que siga sin alcanzarlas, pero recordé que puedo alzar
la vista y ver la belleza de ambiciones y esperanzas, e
incluso tratar de lograrlas. Y comprendí que la mayor
pérdida es lo que había muerto de mí mientras vivía
encarcelada por no dar pasos sobre las cenizas de aquella
explosión.
Allí… frente a frente con esa muerte interna, mental y
espiritual, aposté con el corazón, dejé que se desangrara…
Entonces, sí… apreté el botón de volver a empezar. Y aquel,
también fue solo un momento pero con mucha historia, la de
una familia que, víctima del terrorismo, había perdido
kilates de vida y ahora puede regalarse tiempo. Necesité
hurgar en mi herida, la provoqué incluso… Y me encontré como
era, y me sentí como cuando nací… siendo hija de un volcán
de la caldera del amor que, pese a tantas visicitudes, se
muestran y demuestran mis padres.
Por eso, pisé de nuevo Agaete y me reencontré con el Dedo de
Dios…Allí, el aire se convirtió en música…hubo un concierto
de silencio…las nubes de alejaron y penetró en mí el olor
del Atlántico… Y lo comprendí todo: Bendito Dedo de Dios que
no dejó que mi madre quedara viuda y mi hermana y yo nos
quedáramos huérfanas.
A mi padre. No logro imaginarme la vida sin ti.
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