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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 25 DE NOVIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

A qué viene pedir una Comisión de Investigación
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

No estaba en mi ánimo seguir hablando del caso Gordillo por ahora. Pero decido hacerlo, debido a que Mohamed Alí e Inmaculada Ramírez siguen empecinados en que se cree una Comisión de Investigación para que ésta meta la linterna en cuanto concierne a la dimisión del vicepresidente.

Así que diré que en la calle las tornas se han cambiado. Vamos, que mucha gente, pasado los primeros momentos de estupor ante una noticia de semejante calibre, comienza a despotricar contra quienes participaron en el chantaje del vídeo y espera la respuesta contundente de Gordillo. Eso sí, en el momento apropiado.

No crean ustedes, ni por asomo, que los amigos de Pedro se han resignado a su suerte. Hablo de los amigos de verdad y no a esos otros que andan, con el rabo entre las piernas, negándole a cada paso por ese miedo cerval que tienen y que les hace pensar que el mero hecho de pronunciar su nombre les puede acarrear la inquina de los que se vanaglorian de lo ocurrido.

Tampoco se debe olvidar que un partido necesita tener su clientelismo. Y eso se hace recompensando a sus partidarios. Brindándoles protección y determinados favores. Una práctica que llevó a cabo con maestría, en su tiempo, Álvaro de Figueroa y Torres, conde de Romanones. Azaña, en cambio, vivió siempre convencido de que a él le bastaba y le sobraba para hacer proselitismo de sus ideas, su talento y su extraordinaria oratoria. Craso error.

A Pedro Gordillo, al margen de que se le achaque su falta de diplomacia, sus acaloramientos cuando algo no se hacía conforme a sus deseos, sus poses autoritarias, y otras variadas características negativas, se le reconoce una gran obra social y, desde luego, nadie podrá negarle su contribución a que el PP se convirtiera en una organización poderosa en Ceuta. Hizo bien el clientelismo.

Me consta que en la puerta de su domicilio se apostaban cada día personas para pedirle ayuda. Y si no podía satisfacer sus demandas, al menos las escuchaba atentamente y muchas veces hasta se desprendía del dinero que llevara en los bolsillos.

La voz de Pedro tenía autoridad en el seno del partido. Cómo no iba a tenerla el hombre que había atendido las innumerables peticiones de muchos de los suyos. Podría hacerse una lista interminable con los nombres de las personas que se han beneficiado de que Gordillo se hubiera sentido cómodo ejerciendo de conde de Romanones. Tarea que no era fácil. Ni mucho menos. Pero que él afrontaba sin darse cuenta de que también iban creciendo sus enemigos: todos aquellos a los que su intermediación no pudo conseguirles un empleo o los que no lograron la dádiva requerida.

Hace poco tiempo, mantuve una conversación con Gordillo. Y, aunque ya le venía advirtiendo en mis escritos –la hemeroteca está para los descreídos- que se anduviera con mucho cuidado, le hablé de que su labor en el partido no era fácil. Que un día podrían pasarle factura. Y no me equivoqué. Y todo porque a Gordillo le faltó la prudencia de la serpiente y la sencillez de la paloma. Marca de los hipócritas.

Ahora, no entiendo las razones que tienen Inmaculada Ramírez y Mohamed Alí para pedir una Comisión de Investigación por la dimisión de Gordillo. Cuando está más clara que el agua.
 

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