Vengo un poco mareado de ciertos
actos a los que me han invitado.
En uno presentaron mi candidatura a la presidencia de una
entidad cultural sin beberlo ni comerlo.
En otro pretendían darme el cargo honorífico de adalid de
una organización de ámbito nacional.
Como es lógico, me negué en redondo. No estoy para meterme
en líos político-culturales de ninguna clase.
Prefiero escribir desde el cómodo sillón de mi despacho. Los
disparos no me alcanzan.
No es de extrañar que los profesionales de la religión
católica se metan, ya estaban metidos, en planes para acabar
con la corrupción política, ¿la económica o la espiritual?,
proponiendo invadir el ruedo político nacional y autonómico.
Su “innovadora” receta para acabar con la corrupción no es
otra que ser buen católico y con los Diez Mandamientos como
libro de cabecera.
No se muerden la lengua para asegurar que la sociedad
contemporánea española adolece de “anemia moral”.
Creo que para ellos sería estupendo que a los corruptos
católicos les bastara una confesión en regla y que sean
perdonados con el deber de cumplir una penitencia.
Ahora no ponen denuncias, los curas, ahora imponen
penitencias.
Como antes y como siempre.
La diferencia está en que antes denunciaban a los pobres
“rojos” para que la dictadura los eliminase y así poder
hacer fortunas materiales merced a los Diez Mandamientos.
El secreto de confesión era y es una tramposa carta en sus
mangas.
Lo que llamaron Cruzada les sigue produciendo nostalgia.
Más aún porque no tienen lo que tenían con el del “bajo
palio”.
Para hacer prevalecer su “slogan” de siempre: recibir y no
dar.
Lamento decirlo pero, siempre han estado metidos en
política.
Son los verdaderos representantes de la corrupción a nivel
mundial.
La historia lo demuestra fehacientemente.
Las seducciones, tanto espirituales como materiales, a los
ingenuos estaban y están a la orden del día.
Lo malo que tienen los profesionales de la religión es que
no aceptan la democracia. No aceptan democratizarse ni
escuchar opiniones.
Se basan en interpretaciones etéreas que sólo conducen a
meter al infiel en el hoyo infernal y quedarse con el bollo
colosal.
Todavía siguen sin presentar cuentas claras ni pagar los
impuestos que deben corresponder a sus ingresos, tanto los
donativos y subvenciones, como las nóminas.
Reciben a cambio el 0,7% de nuestros impuestos sin
justificación alguna.
¿Dan cuenta de los cepillos o se lo cepillan impunemente?
Si estamos en un país democrático y aconfesional… ¿qué
esperamos para exigir paridad e igualdad en todos los
ciudadanos?
Por último se empeñan en pasarse por el culo con la mano
izquierda la Ley de la Memoria Histórica. La derecha la
tienen alzada con la palma abierta.
El nacional catolicismo quedó enterrado y bien enterrado.
Ellos insisten en que no.
Bueno, el desahogo que tengo por escribir estas cosas no es
tal, me han salido las palabras de manera abrupta.
Dios, si existe, sabe que tengo razón. Aunque no me importa
su opinión.
En fin, ahora sólo pienso en aprovechar el día. Un día de
primavera en pleno otoño. Materialista que es uno.
Daré una vuelta por las montañas de la comarca. Ahí no hay
política.
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