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OPINIÓN - MARTES, 24 DE NOVIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

La televisión y la información del cotilleo
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Recuerdo la primera vez que vi sobre un tejado la antena de una televisión, yo no sabía que era aquello y alguien me lo explicó. De esto ya hace muchos años. También recuerdo, eso mucho mejor, el primer partido de fútbol que vi, por supuesto en blanco y negro, fue un encuentro de Copa de Europa, jugado en Chamartín, entre el Real Madrid y el Niza. Era la quinta edición que se disputaba y que, al final, ganó el equipo de Don Santiago Bernabéu.

Desde entonces habré visto muchas cosas en la pequeña pantalla, aunque yo no he sido, ni soy, uno de esos que se pasen treinta minutos seguidos, jamás, ante un televisor.

Y en las muchas cosas que puedo haber visto, los informativos se llevan la palma, es más, cuando he podido veía, incluso, dos a la vez, de distintas cadenas, para comprobar que la mayor parte de las noticias tienen un color distinto, dependiendo del cristal con que se estén mirando. Y así las últimas noticias y comentarios, sobre el tema que más minutos ha ocupado, el secuestro de un barco español, ya recuperado, suele ser tratado de una forma muy diferente cuando se enjuicia su puesta en libertad, desde la televisión más cercana al Gobierno, que cuando se narran ciertas circunstancias desde otros canales que van por rutas diferentes.

No hay, es imposible que lo haya, una unificación de criterios sobre una misma noticia, con lo que la objetividad parece que está reñida con la auténtica realidad.

Sin embargo, en lo que sí hay bastante uniformidad, con sus matices, naturalmente, es en las informaciones que yo llamo del cotilleo y otros llaman prensa rosa o del corazón.

Y es que hay una serie de personajes populacheros, que los medios han fabricado, a tono con lo que “vende” y deja dinero en las cajas de esas cadenas, que hasta las cadenas más serias, en apariencia, han entrado en ese “mercado” que debe salvar, muy bien, sus economías, ya que la decencia y la dignidad que se aporta, desde ahí, están reñidas con el buen saber o el buen hacer de las gentes.

Da vergüenza ajena ver como familias y familias recorren los platós de las diversas televisiones “vendiendo” sus miserias y las interioridades mismas. Y lo más lamentable e indigno es que, precisamente, eso gusta, o dicen que gusta a la clientela o audiencia de esas horas en las que se emite.

Hay, por supuesto, programas de ámbito cultural, fácilmente comprensibles por cualquiera, sea cual sea su formación, pero la audiencia de esos programas, aunque la hipocresía hace decir a muchos que los ven, es tan baja que se pueden contar por decenas, pocas, los que los ven día a día.

¿Hasta tal grado de mal gusto hemos llegado que damos prioridad en nuestros gustos a conocer las interioridades más íntimas de cualquiera por ahí y a aquello que es reservado de uno mismo, que a otro tipo de programas que podrían servir de entretenimiento y al mismo tiempo mejor formación?.

Ni lo apruebo, ni lo comprendo, aunque sé que por el camino que vamos es más llamativo ver todo eso y más entretenido que prestar la debida atención a un debate cultural o político, por ejemplo.

Y es que aquello otro es más atractivo por ese cotilleo sobre las interioridades de aquellos a los que sólo conocemos de eso, del cotilleo, mientras que en los posibles debates, especialmente, si son políticos, casi siempre, se está oscureciendo la verdad, con ciertas mentiras que se colocan para dar una visión favorable a quien más puede favorecer en el futuro. Es de vergüenza.
 

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