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OPINIÓN - MARTES, 24 DE NOVIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Vivas: revestido de poder y de autoridad
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hoy, primer día de la semana, según el cómputo popular, que es cuando escribo, leo que Juan Vivas es el alcalde más valorado de España, no sólo como persona, sino también como gestor. Y es así, tras un estudio realizado por Merco Ciudad para que el Grupo Vocento lo propalara en todos sus medios.

Nada más leer la buena nueva, créanme, lo primero que se me ha venido a la memoria es que esta noticia habrá servido para levantarle la moral a mucha gente. Pues no olvidemos que los lunes son días considerados propensos a que muchas personas se echen abajo de la cama desanimadas. No sólo por la vuelta al tajo, sino porque haya perdido el equipo de sus amores o por cualquier rifirrafe familiar, surgido durante el fin de semana.

Aunque tengo también la certeza de que semejante información habrá avivado aún más la envidia y la inquina de los enemigos del alcalde. De modo que me imagino ya a Juan Luis Aróstegui, el más destacado, sumido en una profunda tristeza y clamando contra la prensa que se vende por nada y menos.

Lo de Vivas es para tirar cohetes en su honor por haber nacido con semejante baraca; es decir, con más suerte que un quebrado. Porque, en momentos tan delicados y con la que ha estado cayendo hasta hace nada, es agasajado por los ceutíes afincados en Barcelona, luego recibe un premio vecinal en Sevilla, y ahora lo lucen como el más destacado alcalde de España. Y lo que te rondaré, morena.

Este hombre, el alcalde, a quien me precio de conocer –insisto: nunca me fue bien relacionarme con él-, es capaz de sortear más obstáculos que las grullas viajeras. Sobrevive a todo: a zorros, jabalíes y cazadores furtivos. Cierto es que juega con ventaja.

Es bajito de estatura, una condición que no hace daño a la vista de los demás; tiene pinta de no haber roto un plato en su vida, o sea, que luce cara de bueno a todas horas; y, por si fuera poco, está dotado de un don de gente desproporcionado.

A tales armas, que no son pocas para llevarse al personal de calle, hay que sumarles otras que aprecian muchísimo sus seguidores y que Vivas las maneja con maestría: expone tan bien su humildad que la opinión casi generalizada da por hecho que el presidente tiene un ápice de vanidad. La justa. La que le permite no jactarse de nada ni hacer ostentaciones de ningún logro. Y esa forma de jugar sus mejores bazas, con tanta sapiencia, lo ha convertido en una figura popular, admirada y respetada en su pueblo.

Pero tampoco conviene olvidar que el arte de la política exige siempre, de un modo u otro, la necesidad de acabar con un adversario de talla o bien mandar al ostracismo a uno de los propios, de la manera más civilizada posible. Y, ejercitando esa autoridad destructora, el político comienza a inspirar respeto, o al menos miedo. Pues bien, Vivas ha pasado ya por esa prueba del nueve. Bajo la aquiescencia de la mano derecha de Mariano Rajoy: Javier Arenas.

Podemos decir, sin temor a que se nos tache de exagerado, que Vivas está sobrado, como alcalde de Ceuta, de poder y de autoridad. Que ha conseguido, además, el reconocimiento fuera de ella. Y que se encuentra en las mejores condiciones para seguir siendo alcalde hasta que se aburra. Lo malo de semejante poder es que se olvide de mirar hacia abajo. ¿Se lo recordará alguien?
 

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