Al alba y con viento duro de levante. efectivamente así se
ejecutó la Operación ROMEO SIERRA para desalojar el islote
de Perejil ocupado, pacífica pero ilegalmente, por fuerzas
marroquíes. Para ello fue necesaria determinación política
por parte del Presidente del Gobierno para utilizar la
Fuerza, planeando en secreto y jugando con el factor
sorpresa, imprescindible para minimizar los riesgos.
Han pasado más de siete años y celebramos hoy la liberación
de un pesquero español y de todos sus tripulantes sanos y
salvos; teóricamente nada que objetar, dos crisis resueltas
sin bajas propias ni del oponente. Pero si abrimos bien los
ojos, y ahora es el momento de abrirlos, debemos analizar la
crisis y sacar enseñanzas para el futuro.
Podríamos hacer esta columna interminable si la dedicásemos
a enumerar los errores cometidos por el Gobierno, o a hacer
una crítica de todo lo sucedido, pero no es mi intención.
Cualquier persona que haya seguido el desarrollo de los
acontecimientos tiene suficiente información para juzgar lo
sucedido en los diferentes aspectos, políticos, judiciales,
militares etc.
Tampoco voy a criticar la reciente aparición en rueda de
prensa de la Vicepresidenta De la Vega, porque no tenía más
remedio que decir lo que dijo “que todo se ha hecho dentro
de la más estricta legalidad”. Pero si la recomendaría no
insistir en ello, porque si todo ha sido legal, no debería
tener inconveniente en contestar a una sola pregunta: ¿que
beneficio han sacado los piratas de este largo secuestro?.
Si pretendo unirme al debate abierto por mi compañero el
Almirante Tafalla, sobre la utilización de la fuerza a lo
largo de la crisis.
Pretender el asalto del buque por parte de las dotaciones de
las fragatas Canarias o Méndez Núñez, estando los marineros
secuestrados a bordo, y no digamos con algunos en tierra,
habría sido una temeridad (con sorpresa o sin sorpresa), las
bajas propias inevitables y en este caso imperdonables. Nada
que objetar por tanto a la decisión de no intervenir con la
fuerza, y alegría por tanto de los que se inclinan por la
negociación como única forma de arreglar los conflictos.
Pero la dura realidad es que nos encontramos ante piratas,
sin Ley, y además bajo la atenta mirada de la comunidad
internacional y de nuestros socios y aliados. Con Perejil,
el mensaje fue claro, no consentiríamos ningún ataque a
nuestra soberanía. Con el Alakrana el futuro es más bien
oscuro.
Pero ¿qué hacer?... pues por lo pronto pensar, que como dice
Joaquín Lorente en un provocador libro, es gratis. Pensar y
planear. Planear el uso de la fuerza si se presentaba la más
mínima oportunidad.
Y esta se presentó, ya que según el relato de los
tripulantes, durante los últimos momentos, antes de la
liberación del buque, permanecían a bordo varias decenas de
piratas.
No hace falta ser un gran táctico naval para darse cuenta de
que con tanto desembarco, desde que los piratas abandonaron
el buque hasta su llegada a tierra, las fragatas tuvieron
una magnífica oportunidad para, ahora si por sorpresa,
detenerlos o destruir sus embarcaciones y todo su armamento,
a la vez que el Alakrana ya sin ningún riesgo y escoltado
navegaría hacia alta mar.
¿Qué habríamos roto un acuerdo?. Estaría por ver y además,
es que los piratas merecen otra cosa.
Consecuencias; salvaguarda del estado de derecho, aviso a
los navegantes, prestigio, y reconocimiento de la comunidad
internacional, al menos la que nos interesa.
Pero para tomar esa decisión, que otros países en casos
similares si toman, habría hecho falta una gran
determinación y voluntad política, algo que como el agua es
un bien escaso.
* Lorenzo ha sido jefe del Arsenal de Ferrol, del Estado
Mayor Conjunto y director general de Política de Defensa.
Publicado en Revistaatenea.es
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