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OPINIÓN - LUNES, 23 DE NOVIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Hace 34 años
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Y parece que fue ayer, cuando largas colas que duraban hasta nueve y diez horas, soportaban el frío que hacía aquellos días en Madrid, para decir adiós al que había sido Jefe del Estado.

Desde entonces, hasta hoy, muy pocas cosas son iguales, algunas se asemejan, pero el país ha dado un giro de más de 180º, en todo este tiempo. Casi no nos conocemos ni a nosotros mismos, los que vivimos entonces y seguimos viviendo hoy.

Y ese giro ¿Ha sido para mejor o para peor?.Vamos a ser sensatos, para algo diferente, para algo que no tiene comparación posible, por lo que quienes alaban las virtudes de entonces contraponiéndolas con las que hay hoy es que no tienen ni la más remota idea de las transformaciones que en este tiempo, simultáneamente, se han dado en la Ciencia, en la Medicina, en la Cultura y hasta en la forma de vivir.

Pero otro tanto les podemos decir a quienes ven en aquellos momentos el infierno con las llamas de “las Calderas de Pedro Botero”, mientras que en todo lo que tenemos ahora encuentran la antesala del Paraíso.

Ni una cosa, ni la otra y que a nadie le quepa la menor duda de que lo que hemos recibido nosotros se forjó en las penurias, el esfuerzo y el trabajo de quienes vivieron entonces y cuarenta años atrás.

El régimen impuesto por Franco, hoy, es casi desconocido por la mayor parte de los jóvenes de menos de 25 años y creo que es una falta, no tanto al régimen, cuanto a lo que muchos, dentro o fuera del régimen, hicieron en beneficio de las generaciones que han seguido. Ya estamos en la segunda. Y lo que más debe molestarnos, cuando llegan estas fechas, es que personas que vivieron como el mismísimo Dios en aquel sistema, y que luego han seguido viviendo como en la Gloria, pero “sin haber dado un palo al agua”, traten de jalear todo, como bueno, ahora, y denigren lo de antes.

Quienes hacen eso están olvidando que entonces, en la España de la alpargata y poco más, personas sanas y trabajadoras, si habían tenido la suerte o lo contrario de caer en una parte o en la otra, tenían la misión de trabajar para su modesta subsistencia, pero a base de trabajar, por lo que ciertos emblemas o saludos eran, sólo eso, fruto del tiempo en una situación de “todo así y no hay lo contrario.

Con todo y eso, por más que les duela a los que se tildan de progres de pandereta, también ciertos valores tenían cabida en aquel momento y ciertas personas, especialmente los padres, ocupaban unos lugares que no ocupan hoy ante sus hijos.

Ni aquello era todo bueno, ni se le parecía, pero tampoco era todo caótico. Aquello fue el resultado de una guerra cruel que rompió familias, que asoló pueblos y que tras ella hubo que recomponer, con los escombros que habían quedado, todo lo que, insensiblemente, unos y otros habían destruido.

Saber mirar nuestra historia es el acto más leal que podemos hacer para conocerla bien y para conocernos mejor, a nosotros mismos. Tratar de cerrarnos en unos esquemas cuadriculados es la mayor torpeza que podemos transmitirnos a nosotros y a nuestra juventud.

Si hoy tenemos la posibilidad de poder pensar, hagámoslo con auténtica libertad, no bajo las premisas de quitar lo que, convencionalmente, no nos guste en ese instante, porque si hacemos esto, vamos irremediablemente a un abismo, que nosotros mismos habremos elaborado.
 

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