Y parece que fue ayer, cuando
largas colas que duraban hasta nueve y diez horas,
soportaban el frío que hacía aquellos días en Madrid, para
decir adiós al que había sido Jefe del Estado.
Desde entonces, hasta hoy, muy pocas cosas son iguales,
algunas se asemejan, pero el país ha dado un giro de más de
180º, en todo este tiempo. Casi no nos conocemos ni a
nosotros mismos, los que vivimos entonces y seguimos
viviendo hoy.
Y ese giro ¿Ha sido para mejor o para peor?.Vamos a ser
sensatos, para algo diferente, para algo que no tiene
comparación posible, por lo que quienes alaban las virtudes
de entonces contraponiéndolas con las que hay hoy es que no
tienen ni la más remota idea de las transformaciones que en
este tiempo, simultáneamente, se han dado en la Ciencia, en
la Medicina, en la Cultura y hasta en la forma de vivir.
Pero otro tanto les podemos decir a quienes ven en aquellos
momentos el infierno con las llamas de “las Calderas de
Pedro Botero”, mientras que en todo lo que tenemos ahora
encuentran la antesala del Paraíso.
Ni una cosa, ni la otra y que a nadie le quepa la menor duda
de que lo que hemos recibido nosotros se forjó en las
penurias, el esfuerzo y el trabajo de quienes vivieron
entonces y cuarenta años atrás.
El régimen impuesto por Franco, hoy, es casi desconocido por
la mayor parte de los jóvenes de menos de 25 años y creo que
es una falta, no tanto al régimen, cuanto a lo que muchos,
dentro o fuera del régimen, hicieron en beneficio de las
generaciones que han seguido. Ya estamos en la segunda. Y lo
que más debe molestarnos, cuando llegan estas fechas, es que
personas que vivieron como el mismísimo Dios en aquel
sistema, y que luego han seguido viviendo como en la Gloria,
pero “sin haber dado un palo al agua”, traten de jalear
todo, como bueno, ahora, y denigren lo de antes.
Quienes hacen eso están olvidando que entonces, en la España
de la alpargata y poco más, personas sanas y trabajadoras,
si habían tenido la suerte o lo contrario de caer en una
parte o en la otra, tenían la misión de trabajar para su
modesta subsistencia, pero a base de trabajar, por lo que
ciertos emblemas o saludos eran, sólo eso, fruto del tiempo
en una situación de “todo así y no hay lo contrario.
Con todo y eso, por más que les duela a los que se tildan de
progres de pandereta, también ciertos valores tenían cabida
en aquel momento y ciertas personas, especialmente los
padres, ocupaban unos lugares que no ocupan hoy ante sus
hijos.
Ni aquello era todo bueno, ni se le parecía, pero tampoco
era todo caótico. Aquello fue el resultado de una guerra
cruel que rompió familias, que asoló pueblos y que tras ella
hubo que recomponer, con los escombros que habían quedado,
todo lo que, insensiblemente, unos y otros habían destruido.
Saber mirar nuestra historia es el acto más leal que podemos
hacer para conocerla bien y para conocernos mejor, a
nosotros mismos. Tratar de cerrarnos en unos esquemas
cuadriculados es la mayor torpeza que podemos transmitirnos
a nosotros y a nuestra juventud.
Si hoy tenemos la posibilidad de poder pensar, hagámoslo con
auténtica libertad, no bajo las premisas de quitar lo que,
convencionalmente, no nos guste en ese instante, porque si
hacemos esto, vamos irremediablemente a un abismo, que
nosotros mismos habremos elaborado.
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