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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE NOVIEMBRE DE 2009

 
OPINIÓN

Los Idus de Marzo

Por Rubén Fierro


Ningún Oráculo, esta vez, alertó de los idus de Marzo. Tal vez si los hubo no fueron tomadas en la debida consideración. Pero el paralelismo con tan destacado evento se antoja irresistible. Como en aquellas escalinatas al pie de la esfinge de Pompeyo, la coincidencia en que la única solución que había para restaurar el honor de la República coincidía con la solución para recuperar el poder de los optimates que quedaban, unos vencidos, otros humillados y perdonados después, todos sometidos. Otros cuyo destino estaba trazado y allí debían estar. Para todos, el fin pasaba por destruir la fuente de todas sus desdichas.

Pero esta pequeña polis donde las leyendas al cruzar la acera se transforman en mitos y al llegar a la Plaza se ha convertido en doctrina, estas semanas han presenciado a Zeus convertido en Príamo y a la doncella Io convertirse en la terrible Éride diosa de la discordia, de quien todos los mortales huyen.

Cuanta pavura se ha visto por las esquinas, cuanto cobarde rumor callado se transforma en mofa preguntándose por la Furia de Hera la esposa, o los ritos de Venus en su almohada. No me interesan las debilidades divinas. No son más perversas que las humanas. Nadie eleva hoy un panegírico por el caído ni se encienden mas hogueras en su honor que el presuroso y esquivo saludo. Todo el foro ha pronunciado ya su veredicto y el caído debe ser lapidado. ¡ que cruelmente solitaria es la derrota!

Me quedo observando a Cayo Casio aquel confabulador nato que odiaba a muerte a César a pesar de que éste, le había perdonado tras la batalla de Farsalia y le había devuelto sus privilegios políticos y su hacienda, mientras veo ribetear con curiosidad a Marco Junio, sentado en las terrazas con Trebonio el estratega, o se reúne en su casa con Cimbro el actor que se acercó a César con la excusa de implorarle el perdón para su cuñado desterrado.

Esta pequeña Ciudad que cada día se mira a si misma y bosteza, mientras duerme un sueño inacabado, mañana tendrá otro afán. Pero intuyo que todo aun no se ha zanjado y puede que como Cicerón aún escuchemos en el estrado “Fuiste, pues, Catilina, esa noche a casa de Leca, y repartiste Italia entre tus cómplices, determinaste adonde debía ir cada uno de ellos, elegiste los que se habían de quedar con Roma y los que llevarías contigo, señalaste los parajes de la ciudad que habían de ser rodeados, aseguraste que partirías pronto, dijiste que si demorabas algo tu salida era porque aun vivía yo.

Se ofrecieron entonces dos caballeros romanos a librarte de ese cuidado, prometiendo ir aquella misma noche poco antes del amanecer y acabar el trabajo en mi propio lecho.”

Conviene no olvidar que Zeus aunque torpe y arrogante también fue amante de Némesis la diosa de la venganza y que los 30 que participaron aquel día de marzo, fueron aniquilados.
 

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