Ningún Oráculo, esta vez, alertó de los idus de Marzo. Tal
vez si los hubo no fueron tomadas en la debida
consideración. Pero el paralelismo con tan destacado evento
se antoja irresistible. Como en aquellas escalinatas al pie
de la esfinge de Pompeyo, la coincidencia en que la única
solución que había para restaurar el honor de la República
coincidía con la solución para recuperar el poder de los
optimates que quedaban, unos vencidos, otros humillados y
perdonados después, todos sometidos. Otros cuyo destino
estaba trazado y allí debían estar. Para todos, el fin
pasaba por destruir la fuente de todas sus desdichas.
Pero esta pequeña polis donde las leyendas al cruzar la
acera se transforman en mitos y al llegar a la Plaza se ha
convertido en doctrina, estas semanas han presenciado a Zeus
convertido en Príamo y a la doncella Io convertirse en la
terrible Éride diosa de la discordia, de quien todos los
mortales huyen.
Cuanta pavura se ha visto por las esquinas, cuanto cobarde
rumor callado se transforma en mofa preguntándose por la
Furia de Hera la esposa, o los ritos de Venus en su
almohada. No me interesan las debilidades divinas. No son
más perversas que las humanas. Nadie eleva hoy un panegírico
por el caído ni se encienden mas hogueras en su honor que el
presuroso y esquivo saludo. Todo el foro ha pronunciado ya
su veredicto y el caído debe ser lapidado. ¡ que cruelmente
solitaria es la derrota!
Me quedo observando a Cayo Casio aquel confabulador nato que
odiaba a muerte a César a pesar de que éste, le había
perdonado tras la batalla de Farsalia y le había devuelto
sus privilegios políticos y su hacienda, mientras veo
ribetear con curiosidad a Marco Junio, sentado en las
terrazas con Trebonio el estratega, o se reúne en su casa
con Cimbro el actor que se acercó a César con la excusa de
implorarle el perdón para su cuñado desterrado.
Esta pequeña Ciudad que cada día se mira a si misma y
bosteza, mientras duerme un sueño inacabado, mañana tendrá
otro afán. Pero intuyo que todo aun no se ha zanjado y puede
que como Cicerón aún escuchemos en el estrado “Fuiste, pues,
Catilina, esa noche a casa de Leca, y repartiste Italia
entre tus cómplices, determinaste adonde debía ir cada uno
de ellos, elegiste los que se habían de quedar con Roma y
los que llevarías contigo, señalaste los parajes de la
ciudad que habían de ser rodeados, aseguraste que partirías
pronto, dijiste que si demorabas algo tu salida era porque
aun vivía yo.
Se ofrecieron entonces dos caballeros romanos a librarte de
ese cuidado, prometiendo ir aquella misma noche poco antes
del amanecer y acabar el trabajo en mi propio lecho.”
Conviene no olvidar que Zeus aunque torpe y arrogante
también fue amante de Némesis la diosa de la venganza y que
los 30 que participaron aquel día de marzo, fueron
aniquilados.
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