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OPINIÓN - DOMINGO, 22 DE NOVIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Carlos Orúe es un privilegiado
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Era yo entrenador de un equipo, cuando los años setenta estaban principiando, cuya directiva no ponía ningún tipo de pega a que cuatro o cinco periodistas viajaran con la expedición futbolística. Los encargados de hacer las crónicas pertenecían tanto a periódicos de gran tirada en la ciudad como a emisoras de radio destacadas. Y todos ellos se alojaban en el mismo hotel que nosotros.

Llegado un momento, todos los redactores deportivos, curtidos en mil batallas, hacían un aparte conmigo y, de manera distendida, conversábamos de fútbol para acabar hablando de cuanto concernía al partido del día siguiente. Detalles del adversario, defectos y virtudes de nuestro equipo y hasta un esbozo de cómo saldríamos a jugar bien en Valladolid, Orense, Sabadell, Castellón... De tal manera que en sus crónicas, tras el partido, pudieran contarles a sus lectores u oyentes, si mi planteamiento había sido acertado o no.

Debo decir que mi forma de actuar si bien no era seguida por la mayoría de técnicos de la época tampoco la idea me pertenecía. Puesto que hacía ya un montón de años que los entrenadores del Reino Unido la habían practicado. No obstante, aquella manera de comportarme con los periodistas, no me evitaba el recibir los varapalos correspondientes en una ciudad tan grande y donde su equipo era motivo de orgullo. Mas siempre soporté con estoicismo, como tenía que ser, las criticas malévolas de unos y las peores: las que procedían de quienes desconocían un deporte del cual todo el mundo cree saber.

Varios años más tarde, recalé en Ceuta para entrenar a un equipo con una afición muy exigente que llenaba el campo y donde había personas escribiendo y hablando en los medios, sin los conocimientos futbolísticos necesarios. Conviene recordar que entonces se carecía de todo. No había instalaciones anexas para entrenar ni gimnasios ni nada por el estilo. En rigor: había más historia que medios y más presunciones que realidades.

Circunstancias que no impedían que al entrenador lo abroncaran yendo el equipo primero o habiendo remontado un 3-0 adverso en treinta minutos. Eran otros tiempos y otra manera de entender la crítica. Ejemplo: un periodista que aún vive tituló un día que yo era un borracho. Siendo harto conocido que dos sorbitos de güisqui para mí eran mortales de necesidad. Pues bien, tardé nada y menos en invitarle a comer a los pocos días de haber cometido tal periodista semejante disparate. Podría seguir enumerando anécdotas hasta relatar también las que me hicieron tragar quina por entender que los opinantes no sabían ni papa del asunto.

Válgame todo lo escrito para decirle a Carlos Orúe que en Ceuta, desde hace ya bastantes temporadas, los entrenadores están más que protegidos en la prensa. Pero hay más: incluso quienes se atreven a analizar los partidos son plumas benignas. Contentadizas en cuanto el equipo gana, aunque el juego haya sido pésimo por mor de errores de situación u otros asuntos por el estilo. Y le recuerdo al jerezano que ser entrenador de la ADC, por muchos y variados motivos, es un regalo de los dioses.

De modo que Orúe debería levantarse cada mañana sintiéndose un privilegiado. Y así no se perdería en comentarios absurdos que le quitan lucidez para afrontar su tarea diaria. Lo cual, sin duda, redunda en contra del equipo. Hágame caso.
 

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