En el último viaje a Barcelona, un
socio de la Casa de Ceuta, cuyo nombre escribí en una nota
que he perdido, se me acercó para decirme que él se interesó
en su momento por las memorias de Fructuoso Miaja escritas
por mí. Y que consiguió dos libros, más bien opúsculos, por
su escasa extensión, gracias a que Quim Sarriá me los pidió.
Y que uno de ellos está en la Universidad Pompeu Fabra.
Metidos ya en conversación al respecto, en la sala de estar
del hotel Barcelona Plaza, el socio, cuanto lamento no
acordarme de su nombre, me puso al tanto de que habiendo
preguntado por ‘Un hombre cabal’, que ese es el título del
librito, le respondieron en Ceuta que jamás se presentó y
que, metidos en cajas, casi todos los ejemplares están
alojados en un sotano.
El hombre quería que yo le explicase las razones habidas
para que algo así hubiera sucedido. Y no tuve el menor
inconveniente en contarle la primera parte de un
comportamiento mezquino a todas luces por parte de un sujeto
que no quise nominar. La segunda parte (pese a que durante
un acto en la calle de Daoíz, sede del PSOE, me ofrecieron
la oportunidad de decir unas palabras relacionadas con el
librito y hasta se repartieron algunos) fue motivada porque
a Fructuoso le hizo poco tilín el que yo pasara de puntillas
por sus años como alcalde.
Y, aunque yo procuré por todos los medios hacerle ver que no
convenía extenderse en ese apartado, argumentando mi
decisión, Fructuoso se empestilló en lo contrario. Tal vez
mal aconsejado por una persona que también deseaba aparecer
en las memorias a su vera dándose pote de preclaro varón y
concejal de altos vuelos.
En resumidas cuentas: que yo me dediqué durante un tiempo a
laborar en un cometido que sin aportarme beneficios sí me
obligaba a abandonar otras tareas preferentes para mí en
todos los sentidos. Máxime cuando mi estimado Fructuoso
decidió a partir de un día contarme nada y menos de su vida.
Una decisión que viene aclarada en el prólogo de las
memorias de un hombre que creyó en el anarquismo, desde que
fue adolescente, y que terminó siendo concejal, senador, y
alcalde de su pueblo con la llegada de la democracia.
También salió a relucir, durante la conversación con el
socio, el que no le hubiera hecho yo en su día la
necrológica a FM. Y contesté que cada vez me gusta menos
tener que evocar por obligación los merecimientos de las
personas conocidas que mueren.
Pero en el caso de Fructuoso Miaja no dudé en aclarar que mi
comportamiento con él en vida no tuvo nunca la menor tacha.
Que es realmente cuando conviene portarse bien con los
demás.
Y a partir de ese momento, es decir, dadas por mí algunas
explicaciones revestidas de prudencia, optamos por hablar
del librito cuyo diseño maquetación e impresión corrió a
cargo de ‘Papel de Aguas’. Y el ceutí, que vive en
Barcelona, amén de celebrármelo, me habló con verdadera
estima de una de las varias fotografías que ilustran las
memorias: la perteneciente a una tertulia en el Bar
California de Hadú. Porque él vivió muchos años en ese
edificio y viendo la foto se apoderan de él los recuerdos.
‘Un hombre cabal’ es un librito hecho sin pretensiones. Pero
es el único homenaje que se le hizo a Fructuoso Miaja en
vida. Por más que muchos de sus ejemplares estén arrumbados
en un sotano
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