En el sur de nuestra preciosa piel
de toro, existe la tradición de los corralones de vecinos,
ya saben, las casas con galerías de pasillos, en torno a un
gran patio central donde vienen a dirimirse todos los
asuntos de la comunidad. Los habitantes de los corralones
son normalmente personas humildes, algunas familias con
menos dinero que las chinches, pero habitualmente se afanan
en adornar con macetas el espacio disponible y en verano,
con la fresquita, bajan las sillas al corralón y hacen
corrillos. No es precisamente el ágora de Sócrates, pero es
nuestro, es español, es una tradición y hay que respetarla,
porque si no respetamos nuestras raíces nos vamos
directamente al carajo.
Lógicamente no todo es un remanso de paz y surgen disputas y
enfrentamientos que se suelen solucionar pegando voces y
pregonando a la de enfrente. Así se enriquece el idioma y un
lingüista puede captar matices insospechados, de esos que no
aparecen en los libros de texto ni en el Diccionario de la
Real Academia. ¿Un ejemplo? Bueno, en mi barriada marinera
queda algún corralón y yo he oído aullar “¡Me cago en la
última bocaná de los muertos del casero! ¡En esta mierda de
casa hace más caló que follando debajo ´ un plástico!”.
Cosas así. Muy genuinas. Son las corraloneras y los
corraloneros potenciando el habla andaluza. Y eso que no
reciben subvenciones de cultura de la Junta.
¿Qué murmuran con indescriptible altivez? ¿Qué lo que estoy
relatando es un cutrerío? Vale. Pero más cutrerío es que se
siga permitiendo despellejar a los imputados en los sumarios
en los programas del corazón. Eso sí, siempre he dicho y
repetido que, si en esta España que a veces hiela el corazón
se quiere obtener justicia, hay que acudir a los platós, a
vocear y pregonar, a llorar y a contar. Es solo entonces
cuando los Poderosos, por mor de la mala publicidad, hacen
amago de solucionar los problemas. La Justicia se ha
convertido en un inmenso programa televisivo, periodistas
avisados para filmar la humillación de los detenidos,
detenciones innecesarias de personas a las que,
sencillamente, pueden llamar a declarar y en virtud de la
declaración detener o no detener, show macabro con idas y
venidas de furgones filmados por oportunas cámaras alertadas
convenientemente. Y más tarde, el sucesor del “Aquí hay
Tomate” como portavoz oficial de las operaciones de
ringorrango como Hidalgo, Ballena Blanca o Malaya, en forma
del “Sálvame” diario o del “Sálvame de Luxe” donde hace las
labores de Presidente de la Sala Jorge Javier Vázquez y de
Magistrada Ponente Belén Esteban, más una serie de
tertulianos prestigiosos que van de Marujita Díaz a Carmele
Marchante haciendo las veces de esos fiscales de los que
burlonamente se dice que son “garantes de la legalidad”
¡Para mear y no echar gota! ¡Garantes de la legalidad los
fiscales! Oigan, que no estoy de coña, que yo lo he leído en
algún lugar que no era la revista “El Jueves”.
Cierto es también que, las cadenas de televisión deberían
apoquinar, declinar el verbo endiñar en primera persona del
indicativo y pagar el copyright al Ministerio de Justicia,
para vocear en el corralón justiciero y traer a colación
temas penales en los que se dilucida sobre vida, libertad y
patrimonio de las criaturas y se montan unos juicios
paralelos de la hostia, decidiendo a que personaje hay que
meter o no meter en la cárcel. ¿O es que no han visto a
Belén Esteban pregonando al juez de la Operación Karlos para
que meta a la Campanario y hasta al Jesulín a chupar reja y
a comer bandeja?.¿Que risa! Aunque a veces hay momentos
amargos, como cuando, en todas las televisiones filmaron a
los caballos moribundos del alcalde de Marbella, ese que
tenía las llaves de las arcas del Ayuntamiento, el preso
Juan Antonio Roca, porque el juez torres no dejaba que les
dieran de comer ni que les curaran. ¿Qué que le pasó al
torres? Nada ¿No ven que a los jueces les juzgan sus
coleguitas? Hoy por ti mañana por mí.
Al corralón judicial le sucede como a una de las dos Españas
del poeta, te hiela el corazón de asco y de repugnancia ante
la injusticia institucionalizada. O como a la otra España,
que te calienta la boca y te desternillas viendo trasportar
a presos desencajados y dilucidando el futuro penitenciario
de la Pantoja en plan ¡Toma, te jodes! Porque primero, en
las televisiones, han contado que, todos a los que detienen
poseen buenos dineros y no pasan las fatigas que padecemos
el resto de los españoles. Tipo lucha de clases y refocile
del proletariado al quemar los palacios de invierno.
Luces y sombras del cutrerío y del bajunerío. Pero muchas
honras se perdieron. Y muchos caballos murieron en el
corralón. ¿No sientes, en el fondo pena?
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