Pasó la fiesta del XXX Día de
Ceuta. Pasó como tenía que pasar, al compás del paso de las
horas.
Todas las caras conocidas se encontraron con otras caras
conocidas. Largo de contar.
Bueno, desde la calidez de mi despacho, aunque fuera el
tiempo ofrece una cara benigna, me dispongo a analizar las
cuestiones políticas candentes, entre las que se encuentra
la Convención del PP en Catalunya.
Muy optimista me suena la declaración de Marian Rajoy sobre
su partido unido, limpio de corrupciones y defensor de la
nobleza política.
De la primera parte no creo que su partido esté tan unido
como vaticina: Esperanza Aguirre se ausenta por asuntos
familiares; Francisco Camps prefiere hacer desplante y lucir
palmito a bordo de un Ferrari acompañado por su inseparable
escudera, la alcaldesa de Valencia, y Fernando Alonso.
Hacer creer a los catalanes, que le tratan bien pero que no
le votan, que es un hombre que cree en las políticas
ejercidas desde la sensatez, la mesura y la moderación, es
hacerles creer que son tontos del bote.
Su postura en referencia a la financiación, el Estatut y
otras cuestiones le pasaran factura ineludiblemente.
Se contradice perpetuamente al señalar que su partido cree
en la supremacía de la persona (prohíbe hablar por su
cuenta); en el derecho a la vida (11-M, Irak, Yak, etc.), en
la familia (abortos, divorcios y homosexuales en su propio
partido); en España como una nación de ciudadanos libres
(Ley de Partidos e insistencia en anular y disolver partidos
elegidos por ciudadanos); en el respeto a las reglas del
juego (no deja jugar ni al último de la lista socialista ni
a los ciudadanos vascos libres); en la austeridad (bodas de
sus jefes, banquetes iluminados y lumínicos, derroche a
espuertas con viajes, libertad de despidos, etc.); en la
responsabilidad (irresponsable en asuntos como los de los
peperos corruptos) y en el valor de la palabra dada (¿cuando
cumplió su última palabra?).
Causó un ataque de risa ajena cuando declaró que mantendrá a
su partido unido y limpio de corrupción.
La unidad la impone a la fuerza y la corrupción está a la
orden del día.
Proponer un pacto de Estado para echar de las instituciones
a los políticos corruptos es de una hipocresía sin límites.
¿Cuándo ha echado a sus políticos corruptos del partido? El
caso Costa es el caso de las cabezas de turco…
Lo que más pena me da, me dan, los políticos peperos es que
se atrevan a criticar lo que siempre hacen ellos. Criticar a
la vice presidenta del Gobierno que se vaya al otro lado del
Atlántico cuando en el Índico está el “Alakrana”…, se
olvidan totalmente los peperos, o tratan de hacer olvidar,
que en casos peores se ausentaban sus líderes, como
avestruces que escondían la cabeza, yendo a cazar mientras
el litoral noroeste del país se embadurnaba de petróleo,
engañaban a familias enteras dándoles cadáveres que no les
pertenecían y enlutaban a otras tantas familias enviando
gente a una guerra que ni le iba ni le venía…
No espere Mariano Rajoy que en Catalunya conseguirá dar la
vuelta a la tortilla. Suerte tendrá que no acudan a votar el
95% de los catalanes, única manera que tiene de resultar
vencedor en cualquier campaña de elecciones, ya que los
peperos están obligados, por normas del partido, a acudir a
votar aunque esté en los últimos segundos de su vida
terrenal. Espiritualmente no consiguen votar.
Ya son demasiados los momentos en que observamos, captamos y
grabamos actitudes dictatoriales de los peperos como para
creer ahora que nos presenta un partido auténticamente
democrático.
No nos chupamos los dedos, ni aun después de haberlos mojado
en sala de pomodoro.
Por cierto, la salsa que acompañó la pierna de cabrito que
me zampé acompañado por Blasco y demás estaba formidable.
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