El correcto uso ortográfico da
idea de la cultura del individuo; por decirlo así, el
termómetro que marca el grado de ilustración individual.
¿Qué juicio formaremos del nivel cultural de una persona que
nos dirija un escrito con faltas de ortografía? ¡Muy ínfimo
sería, sin duda, el concepto que nos merezca! Es lo que les
ocurrirán a los ingleses cuando su primer ministro,
dirigiéndose a un ciudadano, en un corto comunicado, ha
cometido ¡20 faltas de ortografía! Alguien, muy
oportunamente comentó: ¡Claro, es de la LOGSE!
Es como consecuencia de la poca atención que, en general, se
dedica a corregir la escritura viciosa, y tan grande,
comúnmente, el abandono de la ortografía, de la acentuación
y de la puntuación, que forzosamente hay que confesar que
son bastantes las personas que cometemos errores
ortográficos. Decía el filósofo: “Lo escrito, escrito queda;
las palabras, el viento se las lleva”.
De ahí nace la utilidad e importancia de la escritura, que
es un auxiliar poderosísimo para el desarrollo humano. Tan
precisa y necesaria es la escritura, que, sin ella, la
civilización y el progreso hubieran sido escasos.
Sin el esfuerzo individual o colectivo en el mundo
ideológico no se hubiera podido conservar para que fuese
aprovechado por otros hombres, habría sido estéril o
ineficaz la labor de largos siglos, registrada por la
Historia. La invención de la escritura se debe a ese afán
natural del género humano de comunicarse con los ausentes y
de perpetuar sus ideas, hechos y preceptos, para que sirvan
de base y estímulo a estudios posteriores, llevados a cabo
por venideras generaciones.
Conviene tener presente, refiriéndome a las reglas de la
acentuación, que las palabras monosílabas (monosílabos) no
llevan tilde. Esta regla ha evolucionado, ya que todos los
de mi época recordamos que en nuestros escritos, los
monosílabos los acentuábamos todos. Llevaban tilde fue, fui,
dio, vio… ¡Y mucho cuidado con olvidarte! Enseguida el
maestro de turno te aplicaba la “corrección”. Pero había un
monosílabo que gozaba de cierto privilegio, Dios, que no
acentuaba.
Es importante tener presente que las mayúsculas, siempre que
les correspondieran, hay que ponerles la tilde. Es falsa la
idea de que no deben llevarlas. Es tan obligatorio como las
minúsculas. Lo que sucedió es que la regulación anterior a
1974, de la RAE, consideraba opcional colocar la tilde o no,
pero desde la citada fecha, mayúscula y minúsculas se rigen
por la misma regla. Es cierto que había cierta resistencia a
la colocación de la tilde –y sigue habiéndola-, porque se
argumentaba que las palabras en mayúsculas perdían estética,
pero hay que claudicar.
Bajo mi punto de vista, de los tres apartados que tiene el
correcto uso de la escritura, ortografía, propiamente dicha,
acentuación y puntuación, es la segunda la más maltratada,
es decir, a la que se dedica peor atención. ¡Se le da nula
importancia! Anotemos mentalmente la relación de palabras
que llevando su tilde, permanecen sin ellas, sin que una
mano “piadosa” se digne a colocarlas. Donde más abundan
estas faltas de ortografía son en los anuncios
publicitarios. Palabras como “joyería”, “papelería”,
“confitería”, “barbería”, “librería”… gozan de cierta
“licencia” para omitir la tilde.
Lo de traer de nuevo el tema de la acentuación, surge por
una consulta que me dirigió un antiguo alumno, sobre dos
homónimos curiosos que se pronuncian exactamente igual,
solo-sólo. Lo que sucede es que el primero es adjetivo de
dos terminaciones, que significan “sin compañía” y el
segundo es adverbio sinónimo de “solamente”. Ambos se
escriben normalmente sin tilde como palabra grave que acaba
en vocal y sólo el adverbio lleva tilde como podría
confundirse con el adjetivo, como sucede en estas frases: a)
Yo fui solo al circo b) Yo fui sólo al circo (únicamente).
Pues, bien, mi respuesta a cuándo se acentúa solo, fue
cuando se sustituye por “solamente”.
Sobre esta palabra se supone que un 95% de casos se escribe
sin tilde. Pero sucede que desde 1999 la RAE pasó esta
palabra a acentuarse según las normas generales. Sólo
acentuación cuando hay ambigüedad, como en el caso del
ejemplo b). Así, que la RAE deja entrever que la citada
palabra se acentúa cuando se presente un ejemplo de
ambigüedad.
Después de todo lo expuesto, algunos lectores pensarán que
el lenguaje escrito se ha convertido en el de “nueva
generación” con los SMS. Por razones de economía, los
jóvenes han sustituido en gran parte la palabra hablada por
la palabra escrita. Se comunican por SMS porque los mensajes
son más baratos que las llamadas telefónicas. Una nueva
literatura epistolar invade nuestras vidas. Lo único, que ya
es bastante, el mal uso de las redacciones que se envían a
los distintos medios receptores, con abundantes faltas de
ortografía e ilegibles, a veces, por la tendencia de reducir
al máximo las abreviaturas.
Es posible que la RAE y las Academias Iberoamericanas
confeccionarán un Diccionario para poner algún orden en la
Ortografía de los actuales SMS, de forma que en todo el área
hispanohablante se empleen las mismas abreviaturas y, sobre
todo, la misma ortografía. Ya hay algún adelantado que se ha
atrevido a escribir un libro en SMS.
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