El pasado lunes se celebró el XX
aniversario de la caída del “Muro de la vergüenza”. Aquella
noche de 1989 miles de personas se atrevieron a cruzar el
Muro, desprendiéndose del yugo comunista. Sin embargo
algunos siguen sin enterarse de que le cuento “del paraíso
de la mamá Rusia”, porque, según todos estos que siguen sin
enterarse de nada, vivir en la Rusia comunista, con las
botas puestas en el cuello, sin la más mínima libertad, ni
Derecho Humano alguno, eso era vivir en un auténtico
“paraíso”.
Hoy día, a pesar de todo lo que se ha demostrado con la
caída del Muro, donde el “paraíso” del que tanto hablaban
sólo era para unos pocos, mientas la miseria era para unos
muchos que sólo encontraban consuelo en las borracheras,
haciendo de las grandes ciudades de la “mamá Rusia”, del
maravilloso “paraíso”, una legión de borrachos, caminado sin
caminar, girando siempre a los mismos lugares con la
esperanza de la desesperanza, sin más derechos que morir de
alguna de sus borracheras, en su XVIII Congreso su nuevo
líder, José Luís Centella, proclamó “No tenemos que
avergonzarnos, ni pedir perdón por nada”
Este nuevo líder del PCE, sigue sin enterarse de nada.
Vamos, por no saber, no se ha enterado aún, que hace veinte
años no existe el “Muro de la vergüenza”, que Alemania se
unificó y que millones de criaturas encontraron lo más
sagrado que tienen los seres humanos, su libertad
Dejaron atrás el hambre, la miseria y encontraron la
libertad, en cuanto abandonaron el maravilloso “paraíso” que
tanto y tanto comentaban, todos los jefes comunistas, que
ellos sí que vivían, al costa de los mas humildes, del sudor
de los trabajadores, de p…madre.
Me parce que la he contado en alguna que otra ocasión, pero
voy a repetir la anécdota vivida en Paris, con motivo de la
celebración de la fiesta que, cada año, organizaba el
periódico comunista “L’ Humanité”.
Un comunista amigo mío, comunista convencido del que mamá
Rusia era un paraíso para los trabajadores decidió ir a la
fiesta. Pago más caro que en cualquier bar parisino, la copa
de vino tinto y el pincho de tortilla española que se pidió.
Ante estos precios, decidió pedir una explicación. Y se la
dieron con todo detalle, Se cobraba algo más para ayudar a
los camaradas que lo necesitaban. Pidió disculpa y otra copa
con otro pincho.
Estaba degustando el segundo pincho de tortilla, cuando a la
puerta de donde se celebraba el acto paró un mercede,
cristales tintados, que cuando se abrieron su puertas,
dieron paso a cuatro armarios roperos, que rápidamente se
clocaron ante la puerta trasera que uno te ellos abrió,
apareciendo la figura del Santiago Carrillo.
Mi amigo por poco se atraganta, mientras se dirigía al de la
barra que con anterioridad le había dado las explicaciones
preguntándole, de nuevo: ¿no será para mantener a ese, que
se ha bajado del coche con los guardaespaldas, por lo qué
hay que pagar todo esto más caro?.
Ante la repuesta afirmativa, mi amigo sacó el carné del
partido y lo rompió en mil pedazos, mientas decía, “que
trabaje que es joven”.
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