Gozar de buena salud es uno de los
aspectos más valorados de la existencia por parte de los
ciudadanos. Paradójicamente, la preocupación por la calidad
de vida y la prolongación de la esperanza de vida en los
países del ámbito occidental han venido de la mano de nuevas
amenazas, a veces derivadas de los nuevos hábitos
alimenticios y de ocio y otras de la aparición de
enfermedades hasta hace poco desconocidas. En este contexto,
no es de extrañar que la Consejería de Sanidad y Consumo de
la Ciudad Autónoma y el mismo Ministerio de Sanidad se hayan
lanzado esta semana al desarrollo de intensas campañas de
prevención de enfermedades tales como la gripe A, la
anisikiasis, la obesidad, la diabetes o las emisiones de
gas.
Jornadas técnicas, campañas de vacunación, actividades
divulgativas tratan de prevenir a la ciudadanía de los
riesgos de las dietas hipercalóricas o el sedentarismo, los
contagios casuales o la contaminación atmosférica. Todos los
esfuerzos parecen pocos a las autoridades sanitarias para
reducir la morbi-mortalidad en la ciudad de Ceuta y
desterrar de ella escenarios deletéreos.
Un esfuerzo digno de encomio que de seguro será muy
agradecido por los ciudadanos que quieren hacer de Ceuta una
ciudad habitable en todos los sentidos, donde el derecho a
la salud se haga efectivo y con él todos los beneficios
económicos y de toda índole que para la sociedad se derivan.
Epidemias transmisibles, como la de la gripe A, y no
transmisibles, como la de la obesidad, recobran esta semana
un renovado protagonismo en los planes de salud de las
instituciones públicas y prevenirlas antes de que sucedan y
erradicarlas cuando ya se han hecho presentes constituyen,
sin duda, dos aspectos insoslayables en la gestión política
de la vida. Pero el ciudadano también debe ser consciente de
su activo papel en este esfuerzo de conservación. Es, por
tanto, de esperar, que no hagan oídos sordos a las
recomendaciones que van a emanar de todas estas iniciativas.
|