Leo una entrevista de Gervasio
Sánchez, periodista curtido en las más cruentas guerras,
a quien le han concedido el Premio Nacional de Fotografía
del año 2009. Gervasio, que lleva muchos años prestando sus
servicios en ‘El Heraldo de Aragón’, nos dice que ha pasado
por todas las etapas del fotógrafo de prensa: desde el
callejeo trashumante de los comienzos hasta jugárselo todo a
una carta en una guerra cuando la edad le dio forja para
afrontar el reto.
El territorio donde Gervasio ha desarrollado su obra es la
denuncia. Se considera, pues, un buscador de historias. Y
destaca, sobre todo, su interés por indagar en las
desapariciones de gente por cuestiones políticas. De modo
que su valor, más bien el mucho valor de este profesional
nacido en Córdoba, está más que reconocido.
No obstante, Gervasio no ha dudado en asegurar que es “más
peligroso el periodismo local que el que entendemos por
aventurero”. Que no deja de ser el suyo. En suma: que
nuestro hombre prefiere mil veces colocarse en primera línea
en guerras como las de Angola, Irak, Bosnia... que obtener
fotografías comprometedoras de alcaldes, concejales,
diputados o presidentes autonómicos.
Las declaraciones del premiado han dado pie a que algún que
otro columnista reputado le haya dado la razón. Basándose en
lo que siempre hemos dicho siempre: escribir es difícil, sin
duda. Pero mucho más difícil es hacerlo en provincias o en
ciudades pequeñas. Porque no es la primera vez que alcaldes
o presidentes autonómicos, por el mero hecho de ser
alérgicos a las críticas, ponen sus cinco sentidos en ver de
qué manera pueden adelgazar la cuenta de resultados de los
medios próximos y qué decir a lo que se exponen los
opinantes más díscolos o menos complacientes con el poder.
Yo recuerdo cómo un presidente consiguió que a mí me llamara
un día el propietario de un medio y me dijera que a partir
de ese momento no podía decir ni pío de las actuaciones de
aquel baranda que se creía destinado para acometer grandes
empresas. Un tío que alardeaba de haber nacido ungido para
vestir el cargo mejor que nadie. Y, desde aquel momento,
pasé a la sección de deportes.
Mas pronto, y sin que yo tuviera que invocar a ningún santo,
tuve la oportunidad de sentarme a la mesa junto al dictador
de pacotillas, por primera vez, y gocé de la oportunidad de
recordarle que se fuera preparando para dejar el cargo.
Vamos, que le quedaba nada y menos para seguir deleitándonos
con esas maneras de líder que él se achacaba sin el menor
pudor. Y, aunque el rencor nunca ha podido conmigo, no hace
falta decir que en esa ocasión me lo pasé en grande.
Y ocurrió, por supuesto, que mi censor pasó con celeridad al
ostracismo. Y, aunque luego hube de soportar sus lamentos
durante meses, semejante situación me ayudó a comprender por
qué aquel sujeto era como era: porque carecía de valía
personal.
Así que no me extraña que Gervasio Sánchez, Premio Nacional
de Fotografía, por ser un intrépido periodista de prensa,
tenga las ideas tan claras: “Es más peligroso el periodismo
local que el que entendemos por aventurero”. Y no hay más
vuelta de hoja. Aunque siempre nos quedará el consuelo de
ver a los dictadores llorando por los rincones. Algo es
algo...
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