La adolescencia es una etapa de la vida de por sí
contradictoria, donde el joven evoluciona rápidamente en su
cuerpo, mientras sus emociones lo hacen de una forma lenta y
progresiva hasta llegar a la madurez de adulto.
Es un periodo desconcertante para los padres, por lo que es
hasta cierto punto lógico que se presenten continuamente
roces e incomprensiones mutuas. De ahí surge la dificultad
del necesario acompañamiento que ha de ser intenso; pero a
la vez sutil para no despertar rechazos en el joven.
A las contradicciones propias de la edad hay que añadir las
que inducimos con nuestro tipo de educación que debe ser
orientada a su personalización, es decir, a ayudar a
conseguir que lleguen a ser adultos maduros y a la
socialización o preparación para el desenvolvimiento con los
demás.
Aumentan esas contradicciones, cuando educamos con excesivo
proteccionismo, sobre todo si va acompañado de una gran
permisividad. Proteccionismo y permisividad, debieran actuar
de forma inversa, modulados por el sentido de la
responsabilidad del joven que debe hacer de árbitro en este
proceso.
Debemos fomentar en los jóvenes, ante todo y sobre todo, el
sentido de la responsabilidad desde que son niños, y a
medida que se comprueba que están dispuesto a ir tomando
decisiones con libertad, asumiendo sus consecuencias, los
padres podrán aflojar su protección, permitiéndoles actos
que estén en consonancia con su progresivo desenvolvimiento.
Ser responsables supone para el joven que se comprometa con
sus decisiones, que no tenga actitudes pasivas, que asuman
mayores compromisos con él mismo y con los demás, que sea
capaz de otear en su futuro, subordinando sus lógicos deseos
de ocio y bienestar inmediato, a valores importantes, y que
sepa interpretar sus derechos, pero también sus
obligaciones, en esta compleja sociedad que nos ha tocado
vivir.
Quizás lo más complicado de todo esto es cómo apreciar que
el joven va ganando en responsabilidad. Es éste un trabajo
continuo que se ha de comprobar en pequeñas cosas y
momentos, con la intervención directa del propio joven, al
que se le ha de ir evidenciando los adelantos y retrocesos
en los pequeños acontecimientos diarios.
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