Mis relaciones con Francisco
Antonio González son un calco de las mantenidas con
Pedro Gordillo. Nunca fueron claras y un buen día me
pregunté las razones que había para mirarnos de manera
esquinada. Y en vista de que a mí no me puede el rencor,
porque siendo tóxico atenta contra la salud, decidí que no
merecía la pena continuar manteniéndome en un estado de
permanente malhumor contra ellos. Por más que tuviera mis
razones para no dar mi brazo a torcer.
Con los dos, es decir, con González y Gordillo, la
reconciliación llega cuando ellos están encogidos en el
lecho del dolor. A partir de ese momento, trato por todos
los medios de hablar con ambos e interesarme por esa mala
salud que les ha devuelto a la realidad: somos finitos y
debemos bajarnos los humos a cada paso.
Y es cuando me encuentro con un Gordillo tan emocional como
siempre, con unas ganas enormes de vivir y con una vitalidad
a la que le ha dado un toque de atención un arrechucho
producido por los excesos de querer abarcar más esfuerzos de
los que su organismo era capaz de aguantar. En lo tocante a
González, tampoco crean ustedes que su situación distaba
mucho de la de su compañero de partido. En absoluto. Lo
cierto es que dado que no hay dos personas iguales todo lo
que hacen, por más que sean parecidos, llevan la impronta
del estilo de cada uno.
Francisco Antonio González se equivoca haciendo
declaraciones en estos momentos. Con mentiras no se puede ni
se debe ayudar a ninguna causa. Por más que la defensa de
esta causa esté encaminada a defender los intereses de su
partido: el Partido Popular.
Me cuesta mucho trabajo, cuando me consta que está sometido
a tratamiento por dolencias graves, tener que decirle que
sus declaraciones de ayer producen el efecto contrario a lo
que él busca. Convencer a la gente de que Gordillo vive
momentos plácidos por haber renunciado a todos sus cargos.
Más o menos nos viene a decir el diputado que el
vicepresidente del gobierno se echó abajo de la cama el
viernes pasado y, dándose cuenta de que estaba estresado de
tanto mandar, decidió presentar su dimisión. Y que, por lo
tanto, es necesario que nos dejemos de insistir en que este
caso, el de la dimisión de Gordillo, sea investigado por la
Fiscalía Anticorrupción.
Y es así, si nos atenemos a las declaraciones realizadas por
Francisco Antonio González, porque es mentira que exista un
vídeo comprometedor para Gordillo. Y yo me pregunto: ¿por
qué se le tiene tanto miedo a que la Fiscalía anticorrupción
investigue para descubrir a los que han planeado la trampa
en la que ha caído Gordillo? ¿Son tan poderosas las personas
que han participado en esa abominable práctica que es grabar
a personas que reciben en sus despachos a otras que van
preparadas para buscarles una ruina?
Tales prácticas, estimado diputado, que tú haces muy bien en
achacárselas a delincuentes y mafiosos y que pides para
ellos un castigo ejemplar, no pueden obtener la callada por
respuesta. Y, en cuanto nos veamos, pregúntame por
comportamientos en algunos habitáculos del edificio
municipal. Que a lo mejor te llevas una sorpresa. Ah, cuando
hables de espionaje no te olvides de cuando tú te quejabas
de tener el teléfono pinchado.
|