El caso “Gordillo”, uno de los escándalos más graves de la
historia reciente de nuestro Ayuntamiento, es un claro
exponente de las señas de identidad que caracterizan al
Gobierno de Juan Vivas: Irregularidades y mentira.
Irregularidades de puertas para adentro y mentira de puertas
para fuera.
El conocimiento público de los gravísimos hechos que se
están produciendo en los despachos del ayuntamiento, muestra
el estado de decadencia al que Juan Vivas ha llevado a la
institución. Atrincherado en su mayoría absoluta ha ocultado
sistemáticamente las frecuentes irregularidades que se están
produciendo en el ámbito de la gestión municipal,
protagonizados por personas insaciables que piensan que
ganar las elecciones les permite utilizar a su antojo el
poder municipal para obtener todo tipo de privilegios,
prebendas y riqueza.
Por su parte, la posición del Gobierno, una vez destapado el
escándalo, constituye una intolerable falta de respeto a la
ciudadanía. El Gobierno de la Ciudad no puede tratar a los
ceutíes como si fueran idiotas, y esconderse cobardemente
tras mentiras que nadie cree. Los ciudadanos tienen derecho
a conocer, con detalle, todas las circunstancias que han
rodeado el cese del Vicepresidente. El Presidente Vivas
tiene que explicar el motivo real del cese encubierto, la
trascendencia del mismo y su valoración política. Pero el
Presidente Vivas, pensando que siempre se le va a perdonar
todo, se refugia en la tolerancia de las irregularidades y
en la permanente mentira.
Si se hubiese tratado de una dimisión por motivos personales
o de salud, lo lógico y más funcionando como funciona este
Gobierno es que las explicaciones las hubiese dado el propio
Gordillo y la Ciudad le habría depedido por la puerta grande
y no por la de atrás. El asunto del “hipotético” video fue
filtrado por miembros del propio Gobierno y estaba en la
calle desde primeras horas del viernes. El que saliese en
medios nacionales provocó que deprisa y corriendo y pasadas
las 23,00 horas se “obligase” a Pedro Gordillo a dimitir. El
Gobierno miente, y el Presidente se atrinchera en que no
debe dar explicaciones sobre una dimisión, que en cualquier
caso las explicaciones se darían si hubiera sido cesado.
Tiran la pelota al tejado de Gordillo sabiendo que no
hablará. La misma forma de actuar que cuando “dimitió” el
gilista Simarro como vicepresidente de Vivas en su primera
etapa.
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