Desde que la bombilla de la vida
puso luz en los caminos, también despuntaron arco iris de
colores sobre el horizonte. Inconcebiblemente, hemos de
reconocer que el negro siempre se ha llevado la peor
semántica, ha sido el color maldito, hasta ahogarlo de
connotaciones negativas, quizás porque está como ausente y
aparentemente no refleja ninguna vibración luminosa. No en
vano, siempre se han dicho y máxime en las sociedades
occidentales, que cuando el horizonte se viste de negro
amenazan tempestades. Sin embargo, el verde de las plantas,
el verde de los poetas y de la esperanza, el color
tradicional del Islam, siempre ha tenido mejor prensa. Tal
vez, por ello, germina otra vez el verde en la plaza de los
humanos, sobre todo en los corrillos políticos, ante el
panorama de oscuridades que nos acorralan. Pongamos por
caso, un nuevo resurgir, el de los empleos verdes, cuando
menos de boquilla, el embiste torero hacia un mundo
esperanzador y con bajas emisiones de negrura. ¿Pura
fantasía o realidad? Lo cierto es que por mucho que los
políticos de turno se empleen en cubrir el rostro a la
mentira para que parezca verdad, disimulando el engaño y
disfrazando las intenciones, las sombras de la Patria mía
son difíciles de revestir, puesto que los miles de parados
se les encuentra por doquier plaza más decaídos que un árbol
seco. Es el centelleo de una situación irresistible, que
parece ir a más. De momento, la tasa de desempleo en España
duplica la media de los países de la zona euro.
Los empleos verdes se han vestido de luces en un mundo de
negros, son una especie de artilleros salvavidas, el sueño
del siglo mecido dulcemente al soplo de las ilusiones. La
verdad que cuesta esperanzarse, sobre todo cuando observas
que todo se ha degradado y ennegrecido. El poder político
apesta de corrupción, es la peste que ennegrece toda España.
Por si fuera poco el luto, también la independencia judicial
en España creo que se ha debilitado, en parte porque la
politización partidista es muy fuerte. A veces nos da la
sensación que la pillería ha tomado poder y nadie respeta a
nadie. Por mucha expresión verde que vociferemos en un
hábitat desenfrenado humanamente y ambientalmente, los
hechos son los que son y la situación es la que es, el ocaso
de una gran luz que hemos tiznado de desventuras. Por esa
devaluación humana nos desbordan inseguridades como jamás,
mientras miles de personas, sobre todo jóvenes, ven que la
vida se les va en busca de un empleo que no llega, con la
exclusión social que esto supone. Ciertamente es casi un
imposible pasar del negro al verde, a esos brotes verdes que
todas las mañanas miles de personas buscan como peonzas
desesperadamente, para conseguir un trabajo decente en este
país, remunerado como tal, cuando nada nos dice la ética y a
la moralidad le hemos dado betún tostado.
Vamos a seguir del negro al negro mientras en este país no
cambiemos hábitos y conductas. Muchos empleos actuales de
reciclado, por ejemplo, recuperan materias primas y, por lo
tanto, ayudan a aliviar la presión sobre los recursos
naturales, pero el proceso utilizado suele ser sucio,
peligroso y complicado, lo que provoca efectos dañinos
significativos tanto en el medio ambiente como en la salud
humana. El empleo suele ser precario y los ingresos son
bajos. Para que los empleos verdes puedan representar un
puente hacia un futuro verdaderamente luminoso, o sostenible
como se dice en la actualidad, las costumbres tienen que
cambiar, la ética tiene que tomar poder, y la moralidad
gobierno. A nadie le amarga un dulce y a todos nos gustaría
que el verde esperanza, no quedase sólo en el sentimiento, y
fuese una esencia para este mañana, que ya es hoy. En todo
caso, las esperanzas debieran darse las justas y precisas,
porque luego el desengaño es peor. ¿Se acuerdan cuando el
presidente del Gobierno español omitía hablar de crisis
cuando el mundo entero hablaba de ella? Estas mentiras
deberían pasar factura en las urnas.
Volviendo al tema del empleo, del que todo el mundo habla y
pocos resultados se ven. Somos los primeros, claro que sí, a
los que nos gustaría que el trabajador de cuello verde en
España se convirtiese en moda y generase el pleno empleo,
que también prometió el presidente del Gobierno español en
su programa electoral. El escenario es bien distinto a lo
que se predica. En el túnel en el que nos encontramos no es
fácil salir airoso. Trabajar por una mayor igualdad social,
económica y cultural, requiere tomar conciencia de familia,
despojarse de actitudes insolidarias, y guardarse los
intereses egoístas en la almohada.
Sin embargo, pienso que aún en los pozos más profundos se
percibe la luz. Al igual que tras el paso del invierno
resucita una primavera gozosa, y lo mismo que después de
cada noche llega la sonrisa del alba. Esto exige estar
alerta para funcionar mejor. Hacen falta opciones claras a
las que se llega trabajando todo el mundo, codo con codo,
estimulando la acción para contribuir al éxito del verde.
Para romper el ciclo de la negrura en España es necesario
producir nuevos ciclos de oportunidad y de generación de
recursos, los afamados brotes verdes, que yo no veo por
ningún sitio. Por mucho que se dice, aún las políticas
económicas y sociales se hacen a espaldas de la clase
obrera.
Son miles las personas a los que actualmente les embarga la
desesperación. Lo han perdido todo, apenas tienen fuerza
para seguir caminando. El propio trabajo es vida. Son
tiempos sombríos, en ocasiones muy frustrantes. No es de
extrañar que, con estas ennegrecimiento que forja el
desempleo en España, se vuelvan a avivar las emigraciones de
la desesperación que ya hemos conocido en otros tiempos,
después de la incivil contienda. Ya se sabe que la
desesperación se lanza audazmente a las más atroces
resoluciones. De entrada, mucho me temo que algunos jóvenes
ya han dispuesto averturarse hacia lo desconocido en busca
de un nuevo porvenir donde hallarse con un trabajo decente y
con unas esperanzas de futuro perdidas en su propio país.
Otros no soportan más esta negrura de desilusiones y caen,
para desgracia de ellos, de sus familias y de la sociedad
misma, en las garras de las drogas. Es necesario, por tanto,
generar confianza y emplearse a fondo con el empleo. Todos
los Estados bien gobernados y todos los príncipies
inteligentes- dijo ya en su tiempo Maquiavelo- han tenido
cuidado de no reducir a la nobleza a la desesperación, ni al
pueblo al descontento. Hay recetas sabias. Esta es una de
ellas.
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