Cimentada en el amor, la familia, es el lugar donde se vive
el verdadero espíritu de comunión. La comunidad familiar
fundada sobre el amor nos muestra lo que podemos llamar los
cuatro rostros del amor humano: Amor conyugal, Amor paterno,
Amor filial y el Amor fraterno.
La primera relación familiar se da entre los cónyuges. La
armonía de la familia, depende del amor que se tengan los
padres. Son los padres los grandes pilares que sostienen la
familia. Si los padres fallan, si en los padres falta el
amor, fallaran los pilares del gran edificio que es la
familia y esta se derrumbará, o quedará maltrecha. De ahí la
necesidad de que los padres no se olviden de que antes de
padre son esposos.
Fuera del ambiente, de cariño y amor de los padres entre sí,
es muy difícil que el niño, que el joven se desarrolle
adecuadamente. El vacío de amor de sus padres difícilmente
podrá ser cubierto por el hijo. Los hijos necesitan para ser
felices, ver felices a sus padres. La mayor felicidad del
hijo no viene de los caprichos o regalos que los padres
puedan hacerle, sino de ver como estos se aman.
Como segunda relación familiar nos encontramos: la relación
entre padres e hijos. Para que esta relación funcione, es
preciso que los hijos se sientan amados y aceptados,
necesita que se les dedique el tiempo necesario.
El amor paternal requiere generosidad, entrega, sacrificio,
paciencia, tolerancia, perdón, ternura, firmeza... para
conducir a los hijos por el camino del bien. Este amor y
dedicación a los hijos nunca puede ser suplido por nada ni
por nadie, y menos por el premio desmesurado por traer
buenas notas, ni por la paga desmedida, ni por la moto, ni
por cualquier capricho. A los hijos hay que entregarles
nuestro tiempo, dedicación, consejo, interés. Es necesario
asimismo que los padres establezcan los límites necesarios
para que estos alcancen la madurez.
El regalo más importante que los padres pueden hacer a los
hijos es ese amor incondicional.
El hijo que vive en un hogar lleno de amor, responderá con
amor, con amor filial caracterizado por el cariño, respeto y
obediencia a los padres.
La tercera relación familiar viene dada por la relación
entre hermanos. Es deber de los padres ayudar a fomentar el
amor, generosidad, la fraternidad entre los hermanos.
La familia con varios hijos transmite una serie de valores
de modo natural: madurez, responsabilidad, solidaridad,
menos materialismo. Todo ha de compartirse y todos deben
contribuir a la marcha de la familia. Sin embargo la forma
más eficaz de enseñar valores a nuestros hijos es que los
padres los vivamos en carne propia y demos ejemplo de ello
en nuestra vida cotidiana.
Como extensión del amor paternal está el amor de los abuelos
(hoy son los abuelos un puntal importantísimo en el
desarrollo emocional de los nietos). Los abuelos son capaces
de formar lazos especiales con los nietos. Ellos son una
fuente invalorable de seguridad del niño.
En la familia el niño aprende a amar, aprende a ser hijo y
hermano. En la familia se aprende a tratar a los otros, no
como cosas sino como personas.
Es importante que los padres, no olvidemos que todo hijo
para crecer y desarrollarse plena e íntegramente, necesita
amor. Para amar y aceptar a los demás hay que haber sido
amado y aceptado. Los hijos que no han sido amados de
verdad, suelen convertirse en personas egoístas, se
consideran centro del universo y lo quieren acaparar todo.
Pero es que en el fondo sienten que no tienen sitio en
ninguna parte.
En cambio, el niño que ha conocido y recibido amor, que ha
sido aceptado tal como es, comprendido, protegido podrá
llegar a ser un adulto seguro de sí mismo.
NUESTRO HIJO SERÁ EL DÍA DE MAÑANA UN ADULTO SANO SI CRECE
EN UN AMBIENTE SANO Y LLENO DE AMOR.
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