Dos cosas están de mucha
actualidad: la corrupción política en los ayuntamientos es
cada vez más generalizada y los pobres aumentan sin cesar.
Ambiente propicio para que las tensiones sociales aparezcan
en cualquier momento con furia inusitada.
A medida que se va conociendo cómo se están enriqueciendo
muchos políticos, haciendo uso del poder (gubernamental)
para hacer negocios ilegítimos, sigue aumentando la rabia de
las que podríamos denominar clases medias frágiles cuyos
miembros se están viendo obligados a vivir de la caridad.
La miseria ha vuelto a hacerse realidad en una tierra donde
las palabras de Solchaga parecen que aún tienen
vigencia: “España es uno de los países donde más fácil es
hacerse rico”. Y la verdad es que no pocos lo continúan
logrando a costa de que el número de pobres vaya aumentado.
Con lo cual entramos en los contrastes: frente a un puñado
de poderosos, una nube de pobres se va extendiendo ya con
más prisas que pausas por todo el país.
La mendicidad cada vez se hace mayor. Los mendigos pululan
por todas partes. Y, en muchas ciudades, van ya pidiendo de
puerta en puerta. Y, dado que la situación parece no tener
indicios de mejora, mucho nos tememos que la cosa vaya a
peor a medida que las familias que aún tienen un mediano
pasar puedan caer en la más negra de las miserias. Lo que
puede producirse más pronto que tarde: en cuanto esas
familias pierdan el empleo que les está permitiendo pagar su
hipoteca y pasen a engrosar la lista de los que se quedan
con una mano detrás y otra delante.
La fragilidad de la economía actual, que por lo oído parece
que se alargará en el tiempo, amenaza con que veamos de
nuevo las puertas de las iglesias repletas de pedigüeños
ofreciendo oraciones a cambio del euro de los fieles. El
problema es que las iglesias apenas son frecuentadas.
Pues bien, aunque ustedes crean que el panorama que les he
pintado es desmedido, no olviden que hay muchas personas de
las catalogadas como pobres vergonzantes que se están
acogiendo ya a las ayudas de las organizaciones religiosas
de caridad. Y otra vez, tendremos que empezar a distinguir
entre el pobre, forzado y constreñido por la necesidad para
pedir limosna, y el pícaro holgazán que de la mendicidad
hacía profesión, formando parte del hampa, allá en el
quinientos. Mientras tanto, y hablando del hampa, la
política sigue atrayendo a los sinvergüenzas como la miel a
las moscas porque la política es poder, y el poder, dinero,
que es lo que buscan esos... Los políticos honrados, que sin
duda los hay, tienen que tener cuidado con sus amistades.
Porque los escándalos ocasionados por la corrupción son
muchos. Amén de que ésta corrompe el sistema político sobre
el que se sustenta la propia democracia y hace que la
opinión pública piense que todos los políticos delinquen a
su manera.
Lo ocurrido en El Ejido, como en los tres ayuntamientos de
Barcelona, nos ha permitido comprobar que los casos de
cohecho, tráfico de influencias, malversaciones, caciquismo,
extorsiones... no decaen. El GIL ha triunfado a escala
nacional haciendo proselitismo del trinconeo. Todo ello,
dentro de un ambiente generalizado de pesimismo porque el
paro es una máquina de hacer pobres. Caldo de cultivo para
la rebelión. Ante la menor sospecha, los políticos honrados
deben quitarse de en medio. Por ahí se empieza.
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