La información recibida pudo ser
tergiversada y, movido por un intento de resolver la
presunta problemática existente en el centro denunciado, ha
cometido un lamentable error. El centro denunciado, lo es
por ser un “gueto”, un centro de “moros”, en el más amplio
sentido despectivo.
El centro educativo en cuestión es el “Andrés Manjón” de
Educación Infantil y Primaria. Entiende el denunciante, que
el mismo, en el amplio sentido de la palabra, según la RAE
“es un barrio o suburbio en que viven personas marginadas
por el resto de la sociedad”, y, además, despectivamente,
habitado exclusivamente por “moros”. En este caso, también,
recurriendo a la RAE, “por naturales del África
septentrional, frontera a España. También “el que profesa la
religión islámica”. En este mismo sentido se pronuncia el
desaparecido académico Fernando Lázaro Carreter. Lo que
ocurre es, que el denunciante lo utilizó en el más amplio
sentido despectivo.
Lo curioso del caso es que los alumnos que existen en este
centro educativo todos son españoles, aunque por su religión
también son moros. Pero como sabemos que el término, en
general, no agrada, al considerarlo despectivo, por su
religión se utiliza el término musulmán.
Pero, dejando al margen los términos mal empelados por el
representante del grupo político, creo que “jefe de la
oposición”, en el Parlamento local, el centro en cuestión no
es ni sombra de lo que ha querido denunciar. Hoy por hoy, es
uno de los Centros mejor evaluado, dentro de la red de
nuestra enseñanza pública. De los mejores dotados y
responsables profesionales que se superan continuamente.
A mí me tranquilizó la serenas y certadas palabras de la
Presidenta de la Ampa, musulmana, no sospechable de nada, en
el sentido de “que el centro no tiene problemas porque el
mayor porcentaje de alumnos sean musulmanes”, que el trato
que reciben es exquisito, no discriminatorio.
Si seguimos con los mismos argumentos que el denunciante,
¿cuántos centros educativos locales, serían tratados de la
misma manera? En nuestra ciudad hay varios que por razones
obvias, que no son otra que, en principio, la proximidad del
centro a su domicilio. Lo que si había que tener muy
presente es que la adjudicación de plazas se realizara
siguiendo estrictamente las normas establecidas, y que cada
alumno sea matriculado en el centro que le corresponde,
porque a esa prioridad, proximidad al centro, hay que añadir
números de hermanos en el mismo centro elegido, familia
numerosa, minusvalía, … llegando, a ser posible a la llamada
“situación aúrica”, es decir, que cada centro dispusiera, al
menos, la mitad de alumnos musulmanes y la otra mitad de
otras creencias.
Si ello fuese posible, la convivencia entre ellos sería un
logro meritorio, porque aquí, en nuestra ciudad se habla y
no se acaba de las buenas relaciones entre las cuatro
culturas –de momento, pero lo deseable sería que se
consiguiera entre las dos culturas mayoritarias, musulmana y
cristiana. Y el mejor escenario es la escuela, como lugar de
formar a buenos ciudadanos. Puede ser una utopía, pero la
inclusión de las familias es fundamental para que no se
hable de “gueto” ni de “moros”.
He estado recordando las vivencias recogidas en mi libro “Un
antes y un después”, referidas a las actuaciones de un buen
grupo de antiguos alumnos, en el emblemático colegio “Convoy
de la Victoria”-perdón, hoy, “Santiago Ramón y Cajal”-,
prototipo de convivencia entre musulmanes y cristianos, en
las décadas de los setenta y ochenta, que refieren
actuaciones ejemplares de esa referida “situación aúrica”.
He seleccionado algunas de las manifestaciones recogidas en
el libro ya citado:
“Mi trayectoria escolar primaria transcurrió íntegramente en
el “Convoy”. Nuestro centro era un lugar de convivencia,
donde no existía ningún tipo de discriminación. Sólo la
Religión nos separaba, con un gran respeto y tolerancia. Yo
llegué a conseguir unos amigos y amigas maravilloso y
maravillosas: Reduan, Buskri, Mª Eugenia, Mª Joaquina,… (Turía
Abderrahaman).
“Toda mi escolaridad obligatoria, la E.G.B., la realicé en
el “Convoy”. Nuestro Colegio, en mis tiempos, era un centro
donde todavía se respetaban a los profesores y se respiraba
un clima de sana convivencia. En las clases de Religión,
cuando aún no se había introducido la clase de Ética, yo, lo
mismo que otros compañeros musulmanes, permanecíamos en el
aula” (A. M. Buskri).
“El conjunto, profesorado-alumnos, formábamos un grupo con
nuestras virtudes y defectos, sabiduría e ignorancia, pero
portadores de un conjunto de valores, desaparecidos en la
actualidad. Destacaba el respeto a nuestros profesores, a
nuestros mayores y a toda la sociedad”. (J.J. Dale Machuca).
“Una etapa de mi vida que no olvidaré. Se respiraba un
ambiente de clara convivencia, de respeto mutuo, de poner en
práctica los grandes valores para que una sociedad pueda
funcionar bien. Y no me quiero olvidar de mis compañeros y
compañeras, grandes amigos y amigas: Antonio Hormigo, Isabel
Contreras, Saida, Malika Abdeselam, Nayim” (Naima Mohamed
Mohamed).
“Creo que me marcó mucho la convivencia y la integración de
las dos principales culturas de la ciudad, por el respeto
que teníamos los unos a los otros. Creo que los profesores
que teníamos tuvieron que ver en nuestra formación y la
integración de valores importantes” (Mohamed Alí (Nayim).
Eran otros tiempos. Pero, por mucho que hayamos retrocedido,
un centro escolar, apoyado en su proyectos educativos, jamás
recibirá la categoría de “gueto”.
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