Raimundo Amador me llamó un
día para invitarme a una de las programadas celebraciones
que tiene el Centro Gallego de Ceuta. Y le dije que sí. Y
también dije en este espacio que me lo había pasado muy
bien. Desde entonces, el secretario general del centro ha
seguido acordándose de mí, cada vez que hay un acto.
La semana pasada, RA me recordó que el sábado 24 tocaba dar
buena cuenta de una pulpada en la plaza de Santiago. Servida
por el Restaurante del Centro. Y que esperaba mi presencia.
En esta ocasión, no le prometí mi asistencia. Porque los
sábados, salvo fuerza mayor, suelo quedarme en mi casa.
Mas, llegado el momento, decidí compartir un rato de alegría
junto a una persona cuya bondad es una dote de su carácter.
La que le hace disfrutar a Raimundo lo indecible en cuanto
tiene la oportunidad de convertirse en animador de las
fiestas organizadas por el Centro Gallego.
A Raimundo le encanta verse rodeado de personas ávidas de
divertirse. De pasarlo bien durante unas horas. Y, ni corto
ni perezoso, asume la responsabilidad de que los socios e
invitados a cualesquiera de las cuchipandas, se acomoden lo
mejor posible y nadie se sienta fuera de lugar.
El secretario del Centro gallego es consciente de que se
echa sobre sus espaldas unas obligaciones que a veces le
exigen demasiadas intervenciones y éstas ponen a prueba su
capacidad organizativa y, sobre todo, su serenidad para ir
resolviendo situaciones incómodas.
El sábado pasado, por ejemplo, Raimundo se percató muy
pronto de que me había sentado en sitio donde yo podría
haber terminado bostezando a tumba abierta. Causa por la
cual me habría dado el piro de la fiesta, en cuanto se me
hubiera presentado la ocasión. Y, rápido de reflejos, me
cambió de lugar. Y acertó plenamente.
Y lo hizo, aprovechando que la asistencia de comensales
había sido alta -180 estuvieron comiendo pulpo a la
gallega-, colocando una mesa extra a la cual se sentaron
tres matrimonios. Los compuestos por Benjamín Álvarez
y Loli Vivas; Jesús Palop y María Luisa
Ares Ríos; y Juan Penedo de León con Elvira.
Ni que decir tiene que la conversación nos mantuvo alerta en
todo momento. La risa afloró bien pronto. Y nos cundieron
las anécdotas. Repasamos, por encima y como quien no quiere
la cosa, la actualidad local y opinamos sobre gustos
literarios y otros asuntos. Así que me llevé una gratísima
impresión de Loli Vivas, con la que nunca había charlado; de
la misma manera que disfruté de la conversación de María
Luisa Ares y de Jesús, su marido, con quienes tampoco nunca
antes había hablado. Y asimismo tuve la suerte de conocer a
Elvira, la mujer de Penedo, funcionario de la Delegación del
Gobierno. Todo ello, bajo la atenta mirada de mi estimado
Benjamín, que está viviendo el cargo de gerente del ICD como
niño a quien le regalan el primer balón de su vida.
Lo cual sucedió bajo la mirada atenta de Raimundo Amador,
que se pasó todo el tiempo yendo de un sitio para otro con
el único objetivo de controlar la situación. Al final nos
deleitó otra vez haciendo de sumo sacerdote del rito de la
Queimada. Y es que este hombre se supera cada día recitando
el conjuro.
Antes de abandonar la plaza de Santiago, con el consiguiente
regocijo, saludé a Rogelio Martínez Vázquez.
Presidente de la cosa.
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