La idea de formar imames en Arabia y Egipto para aquellas
mezquitas de Ceuta no dependientes del Ministerio de Asuntos
Musulmanes de Marruecos (Habus), aparece como punta de lanza
de una soldadesca sin méritos conocidos y que se aparece
cada vez con más arrestos y menos razón.
La búsqueda de la independencia subyacente no trata del
bienestar de los fieles; antes bien, es parte de una
estrategia calculada a rodilla plegada y síes a bwanas
presentes y remotos y de fines diversos, entre los cuales
cabe citar la idea de establecer una quinta columna en el
corazón del colectivo musulmán de Ceuta, con la “noble”
misión de propagar nuevos dogmas, nuevas formas de oír,
entender y aplicar el Islam, como si lo existente no
valiese, aunque de él se afirme que su base maliki es la
correcta, ahora, no así hace unos meses, pero con ciertos
cambios, pero sin decir cuales.
En realidad, nada tiene sentido, salvo el propósito anhelado
y no manifestado de sus promotores, pues si la escuela va a
ser la malikí, resulta incoherente buscarla tan lejos, sobre
todo si tenemos en cuenta que el único país que ha
formalizado un proceso de formación para imames de acuerdo
con los tiempos que vivimos es Marruecos, siendo el país que
más imames “exporta” al mundo, sobre todo a los países
europeos, bajo demanda de sus gobiernos, pues resultan
atractivos los métodos establecidos por el Ministerio de
Asuntos Musulmanes, que hace hincapié en el conocimiento y
las muchas facultades que otorga el sentido de la moderación
(Ver El Pueblo de Ceuta, martes 23 de septiembre, 2008,
página 30, artículo Imames).
La idea de buscar el malikismo tan lejos teniéndolo tan
cerca, sin más justificación que la manifestación de
hacerlo, se ofrece como prueba suficiente de unas
intenciones poco claras, sobre todo si tenemos en cuenta que
buscar malikismo en Arabia Saudi es un poco complicado, dado
que la escuela allí existente es la Wahabi, así como que en
Egipto la escuela predominante es la de Abu Hanifa.
Existe en todos estos movimientos sombra intangible, con y
sin perfil definido, con volumen y sin él, una forma
grotesca y burlesca de decirles a los demás lo que es sin
serlo, una actitud de ademanes maquiavélicos y matices
maliciosos, todo ello entre quicios y balaustradas puramente
kafkianos, sin abandonar ciertas formas que rozan la
auténtica estupidez.
La única mezquita en Ceuta con pedigrí boxístico lo ostenta
aquella que sirvió de lanzadera a quienes ahora pretenden
decirnos que la vía heredada de padres y abuelos no lleva a
ningún sitio, que cambiemos de andén y que nos vayamos al
suyo, que desde allí nos llevarán sin parada a sitios
celestiales nunca imaginados, plenos en ánforas de miel y
almohadas de incienso, con huríes por doquier.
De buscar motivo para tanto sarpullido, habría que
manifestarse ante las autoridades religiosas de Marruecos,
pues su mínima intervención en las mezquitas de Ceuta, es
quien ha dado lugar a tan molesto picor, pues de no haber
limitado su participación al simple mantenimiento de las
cosas, inhibiéndose de administrar y gestionar otros asuntos
inherentes al buen y normal funcionamiento de las mezquitas,
está claro que el grito de guerra de estos combatientes no
habría tenido lugar, al menos como lo es hoy.
Existe en todo este asunto una parte formal y otra
substancial. La formal es que les llevemos hasta la estación
y les mandemos hasta nunca jamás, incluido el carrito de los
helados.
La sustancial no es otra que, a la vista de lo que acontece
o, como diría un buen amigo, a la vista del tinto puesto,
mejor no tomarlo, para así llamar la atención de quienes han
de velar por un futuro pleno en paz y armonía, de modo que
no equivoquen camino, y así se abstengan de vestir fantasmas
para una parte de la sociedad, desmereciendo a la otra, pues
nunca en sociedad que se precie se magnifican y separan
partes; antes bien, es el todo lo que importa.
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