Estamos atravesando una grave crisis económica. La crisis
económica más profunda y grave desde la Segunda Guerra
Mundial. Esta crisis ésta afectando a todos pero
principalmente a los más débiles. Existe mucho dolor y
angustia en muchas familias que ven cómo no pueden llegar a
cubrir sus necesidades básicas. Junto a la crisis económica
también existe una importante crisis de valores aunque no se
hable tanto de ello. Vemos como algunos valores que se
creían y que siguen siendo fundamentales se han
desprestigiado, ridiculizado o incluso no tenidos en cuenta.
La situación en que se haya la familia, incluida la familia
española tal como señaló Juan Pablo II, presenta aspectos
positivos y negativos. Como aspectos positivos son de
destacar los siguientes: Por una parte existe una conciencia
más viva de la libertad personal y una mayor atención a la
calidad de las relaciones interpersonales en el matrimonio,
se da mayor atención a la promoción de la dignidad de la
mujer, a la procreación responsable, a la educación de los
hijos. Por otra parte, no faltan signos preocupantes de
degradación de algunos valores fundamentales: Vemos como
para muchos la estabilidad conyugal se cree un valor casi
opuesto a la libertad personal; La procreación se presenta a
menudo como una carga; la maternidad en situaciones
difíciles o dolorosas se soluciona sin el debido respeto a
la vida en el seno materno. En el otoño de la vida se
propone el tema de la eutanasia activa y del suicidio
asistido. La sexualidad se ha banalizado.
Muchos padres tienen graves dificultades para educar a sus
hijos. En algunos casos porque ellos mismos no tienen unos
marcos de referencia claros que transmitir, en otros casos,
aún teniéndolos, no pueden contrarrestar las influencias
negativas ejercidas por la propia sociedad y presentada a
través de los medios de comunicación social como es el caso
de la Televisión que nos presenta diariamente como lo más
normal la banalización del sexo, el uso incontrolado de la
libertad por parte de los hijos y nuevas formas de vida.
Todo ello hace que muchos padres estén hoy día confusos,
confusos entre lo que creen y quieren para sus hijos y lo
que la sociedad le quiere hacerles ver como normal.
Asistimos a una grave crisis de valores éticos en ciertos
sectores de la juventud, que no hay por supuesto que
extenderlo a todos los jóvenes.
Ante esta crisis de valores es conveniente recordar que la
familia es el primer y principal espacio para la educación
de los hijos y lugar de transmisión de valores humanos y
cristianos. Es la familia la primera escuela de
socialización y, por tanto el lugar donde los hijos deben
aprender las principales reglas de comportamiento que deben
observar en la sociedad. Es dentro de la familia donde los
hijos deben encontrar y adquirir los valores humanos que den
sentido a su vida. El amor base de la unión entre todos los
miembros de la familia, facilita la transmisión del resto de
valores y virtudes. Transmisión que ha de ser vivencial más
que teórica.
Educados en el hogar en el respeto hacia los demás y en
valores cívicos la violencia y las malas prácticas serían
casos excepcionales. El ocio de los jóvenes sería más sano,
existiría menos alcoholismo y drogadicción, se darían menos
embarazos entre adolescentes. La educación en valores
repercutiría notablemente en el bien de la sociedad.
La familia debe transmitir los siguientes valores: El valor
de la vida y la dignidad de toda persona, la solidaridad,
justicia, tolerancia, paz, libertad, el marco moral donde
estén bien definidos el bien y el mal.. Estos valores
llevaran a salir más de uno mismo y a pensar más en los
demás. En toda familia cristiana es fundamental, la
transmisión de la fe y el seguimiento de la persona de
Jesucristo. Jesús no predica imposibles, predica valores que
nos ayudan a ser verdaderamente libres: Nos llama a amar
todas las personas sin distinción. Son valores cristianos
los vividos y propuestos por Él mismo: destacamos entre
ellos la pobreza, que hemos de entender como pobreza
voluntaria que lleve de desprenderse de algo propio en
beneficio y ayuda de los demás ( tan necesaria en estos
momentos de crisis económica ), el compromiso con la paz,
con un mundo mejor…
Todo un programa para la familia. No olvidemos que la
familia es la célula básica de la sociedad y el primer lugar
de socialización de la persona.
Si la sociedad ofrece y da a conocer sus valores y
contravalores, los cristianos tenemos el derecho-deber de
vivir los valores cristianos, transmitirlos a los hijos,
proponerlos y defenderlos en la sociedad.
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