El miedo a las penurias económicas del gremio teatral, la
satisfacción de meterse en la piel de personajes que
alimentan el alma, la familia como hándicap para una
dedicación plena, la búsqueda de la dignificación de la
profesión, el sacrificio o el reconocimiento de una
profesión tan romántica como denostada se trataron ayer en
una original mesa redonda organizada por el Centro Dramático
de Ceuta como acto final a su semana de celebraciones por
los 25 años desde su creación.
La semana de fastos del Centro Dramático de Ceuta se
completó ayer con una mesa redonda en la que profesionales y
personas del teatro que han triunfado en otras profesiones
debatieron sobre el arte del ser o no ser en el Salón de
Actos del Palacio Autonómico ante medio centenar de
aficionados a la dramaturgia.
Moderada por Manuel Merlo, director del Centro Dramático, la
mesa contó con la presencia de María Tardón Olmos,
presidenta de la Sección nº27 de la Audiencia de Madrid, el
eminente oftalmólogo Francisco Romero y el popular actor
profesional Gregor Acuña, quien dio sus primeros pasos en la
compañía ceutí.
Parte del debate se centró en las penurias profesionales de
un gremio entusiasta. Así, la jueza María Tardón reconoció
“el miedo” que se suele imponer a la hora de decidir si se
vive o no del teatro, una profesión en la que abundan los
dobles trabajos para poder subsistir.
En contraposición se encuentra la realización que conlleva
subirse a un escenario para meterse en la piel de los más
diversos personajes, según recordó el oftalmólogo Francisco
Romero.
Por su parte, el actor Gregor Acuña –que ha participado en
numerosos montajes como Tricicle 20, Grease, el musical,
Fausto o Crónica de una muerte anunciada– se inclinó a la
parte más romántica a la hora de defender la posibilidad de
abandonar la calidad de vida que puedan dar profesiones más
remuneradas por vivir el sueño del teatro.
El debate, que tuvo un marcado carácter interactivo con el
público asistente, trató también la familia como hándicap
para tener una completa dedicación, así como la
dignificación de una profesión. “Está desvalorada”, se dijo,
“la gente piensa que cualquier puede ser actor o bailarín,
cuando la realidad es que se necesita mucha dedicación y
sacrificio”.
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