Casi sin darnos cuenta pasamos un día de chivarnos
respuestas de exámenes, a chivarnos ofertas de detergentes
para lavadora.
Casi sin darnos cuenta pasamos de contar minutos de reloj
para apurar esa última hora que logramos negociar para
llegar un poco más tarde a casa, a contar lunas que hacían
que tu perfil cambiara cada día, cada mes.
Casi sin darnos cuenta hemos pasado de debatir que nos
poníamos para salir ese sábado por si nos dejaban entrar en
el “Rives”, a debatir sobre puertas de armario de cocina o
colores adecuados para pintar la pared del dormitorio.
Seis largas horas de espera dan para mucho, y en forma de
fotogramas pasaron por mi cabeza las imágenes más felices de
mi vida, las más tristes y trágicas, las más mágicas, las
más sorprendentes y maravillosas…y sabes? Todas tenían un
denominador común, y era que en todas esas imágenes
aparecías tu a mi lado, siempre, como co-protagonista de la
historia, como hombro sobre el que llorar, como diana para
lanzar mis dardos, como cómplice de cuentos jamás narrados,
como compañera de esas juergas en las que eras incansable y
me decías: ¡¡¡mala amiga!!!, cuando te metía en mi súper-twingo
a regañadientes, creyendo en mí y en mis proyectos y
haciendo que la gente de tu alrededor también creyera en
ellos, apoyándome incondicionalmente a pesar de creer que a
veces me equivocaba y no llevara a cabo tu infinidad de
sabios consejos…
Seis largas horas en las que aguantaste como una campeona, y
que como dice Martínez Ares en uno de sus pasodobles: “Eran
míos tus dolores… “, seis largas horas en las que, aunque
nunca te lo haya dicho, vi en imágenes lo importante que has
sido, eres y serás siempre en mi vida… Tras seis largas
horas vi como abría por primera vez los ojitos un ángel.
Un ángel que en tan sólo dos meses os ha cambiado la vida,
le ha dado a todo lo que os rodea un tono pastel que hace
que te despiertes a media noche no sólo a beber tu agua
reglamentaria, un tono pastel que hace que todo lo demás no
sea tan importante y queden en segundo plano cosas que antes
eran de vital importancia, un tono pastel que hace que te
estremezcas cada vez que miras esos ojitos que vi abrir por
primera vez hace poco más de dos meses.
Si te digo todo esto, no sólo es como preámbulo para
desearte mis mejores deseos en el día de tu cumpleaños como
pudiera ser lo más lógico y normal, sino para darte las
gracias infinitas por haber estado ahí, sentada en primera
fila por si tropezaba (muy común en mi por otro lado, jajaja)
en algún momento y poder servirme de colchón para amortiguar
los golpes.
Si te digo todo esto, es principalmente para agradecerte
infinitamente que me hayas dado la oportunidad de ser la
madrina de tu tesoro, de vuestro tesoro, de nuestro tesoro,
en definitiva.
Casi sin darnos cuenta, me has dado la oportunidad de pasar
de ser tu compañera de trabajo a pasar a ser tu “comadre”.
Casi sin darnos cuenta, me has dado la oportunidad de pasar
de ser “tu amiga de toda la vida”, a querer compartir
conmigo lo más importante de vuestras vidas y darme un sitio
de honor dentro de tu querida familia, ahora también la mía.
Por ello como verás, casi sin darme cuenta, no me salió tan
sólo una felicitación de cumpleaños.
Te quiero Miga.
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