Mis relaciones con Manolo Gómez
Hoyos han sido siempre muy buenas. Tal es así que él
nunca se ha cortado lo más mínimo a la hora de coger el
teléfono y marcar el número de mi casa para darme un ‘okey’
por lo escrito o disentir de mi opinión. Hace apenas nada,
quizá unas dos semanas, estuvimos conversando sosegadamente
de un asunto que yo había tratado en este espacio.
Lo que sí echo de menos es no ver al gerente de Acemsa por
la calle, como tantas veces ha ocurrido, para preguntarle
por ciertas cuestiones que me serían de mucha utilidad
conocer. Entendería que Manolo no respondiera a mis
preguntas con pelos y señales, pero seguro estoy que al
menos me daría ciertas claves más que necesarias para que
uno se pudiera abrir paso en ese laberinto monumental en el
cual se ha convertido la empresa municipal del agua.
Tengo la impresión de que el gerente de Acemsa, curtido en
mil batallas, vale más por lo que calla que por lo que pueda
decir, obligado por las circunstancias negativas que vienen
sucediéndose en la empresa, cada dos por tres. Y es que si a
Gómez Hoyos le diera por sacar la lengua a pasear, con
temple y mando y con habilidad para que no le cogiesen los
toros de las denuncias, la catarsis que anda pidiendo la
empresa del agua se haría realidad.
La verdad es que la empresa municipal del agua no sale de un
lío cuando ya está metida en otro. Primero fueron los
rumores de que sería privatizada. Y los agitadores
profesionales aprovecharon la ocasión para poner de uñas al
personal. De modo que, durante varios días, asistimos a la
confusión de declaraciones encontradas y amenazas varias.
Poco tiempo después, cuando todavía sobrevolaba el espacio
ese conato de rebelión de los empleados de Acemsa por creer
firmemente en la posibilidad de la privatización de ésta,
tachada por ellos de “pelotazo” en las pancartas que lucían
ante la fachada principal del edificio municipal, llegó la
sequía y el error en el funcionamiento de la desaladora para
que se armara otra vez la marimorena. Todo un alboroto.
Alboroto que ha ido perdiendo gas, créanme, porque los ha
habido dispuesto a bajar su grado de críticas por el
canguelo que les produce que le dé a alguien por averiguar
de qué modo Acemsa ayudó a engordar la cuenta corriente de
ciertos individuos. A quienes les viene de maravilla el
silencio del gerente de la empresa, ya varias veces
reseñado.
No obstante, vamos con la tercera situación que ha
propiciado nuevamente que el personal de Acemsa se
encabrite. Situación que es portada de este periódico hoy
–que es cuando escribo-. Así, pues, nos enteramos de que los
empleados de la empresa del agua no han pagado nunca los
recibos del llamado, con cursilería, líquido elemento. Y,
por lo tanto, han recibido una carta de los Servicios
Tributarios diciéndoles no sólo que el chollo se ha
terminado sino que, además, les exige pagos con carácter
retroactivo.
Y al funcionario firmante de la misiva ya lo han tildado de
presunto delincuente. La cosa está que arde. Porque la
plantilla de Acemsa se acoge al Derecho adquirido. “Que es
el atribuido a alguien en virtud de una legislación o
reglamento que debe respetarse en los posteriores”. Derecho
que tiene su intríngulis. Francisco Márquez ha sido
valiente. Pero no lo tendrá fácil... ¿Verdad, Gómez Hoyos?
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