Dos días es tiempo suficiente para
valorar la elección del científico colombiano Manuel Elkin
Patarroyo como Premio Convivencia 2009 y para repasar, al
mismo tiempo, la trayectoria de un galardón que se consolida
con el paso de los años, a falta de algunos defectos
logísticos por pulir, como un referente de lo que es y lo
que quiere ser ante el resto de España y del mundo esta
ciudad, que tiene en este reconocimiento una de sus señas de
identidad más reconocibles. En 1998, la Ciudad Autónoma de
Ceuta creó la Fundación Premio Convivencia, que concede el
premio internacional que lleva su nombre, materializado en
una escultura de Elena Álvarez Laverón y con una dotación
económica de cincuenta mil euros, para premiar a “una
persona o Institución de cualquier país, cuya labor haya
contribuido de forma relevante y ejemplar a mejorar las
relaciones humanas, fomentando los valores de justicia,
fraternidad, paz, libertad, acceso a la cultura e igualdad
entre los hombres”. Sin desmerecer a ninguno de los
galardonados anteriormente, pocos ejemplifican mejor que
Patarroyo los valores que inspiran su concesión. Casi un
cuarto de siglo después de que, en 1986 el equipo dirigido
por él descubriera una vacuna sintética contra la malaria,
enfermedad que causa tres millones de muertes al año, en su
undécima edición el jurado del premio, de indudable valía,
ha decidido reconocer con el Convivencia su aportación en
forma de antídoto contra esta enfermedad al mundo. Su
descubrimiento ya fue calificado por varios Premios Nobel de
Medicina como “el hito más importante de la historia de la
química” y el viernes a última hora de la tarde, un momento
poco propicio para que el galardón reciba la repercusión que
merece en los medios nacionales e internacionales, la
consejera de Educación, Mabel Deu, presidenta de la
Fundación, anunció su nombre como el premiado de este año.
Ahora toca trabajar para que su entrega sí tenga la difusión
que debe, pues con esta acertada designación no sólo se
premia a Patarroyo, sino que el Convivencia crece como tal.
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