Su trayectoria como director del Instituto Cervantes en
Tetuán es corta, unos diez meses escasos, y pese a ello,
Luis Moratinos ya tiene un diagnóstico del contexto
marroquí, su cultura, su civilización. Por ello, no pudo
evitar reconocer haberse quedado “impresionado” con la
celebración del Ramadán tanto en Marruecos como en Ceuta al
comprobar que “todo estaba cerrado a cal y canto, cosa que
no ocurre en otros países”. A su entender, Moratinos cree
que no se debe permitir que la religión “impida el avance
social, económico y político” y no duda en asegurar en su
corta experiencia en Tetuán que las marroquíes “no pintan
nada en la vida diaria” pese a que algunas trabajen o
estudien.
Pregunta.- ¿Cómo describiría la labor que desempeña el
Instituto Cervantes en Tetuán?
Respuesta.- Esta institución procede del antiguo centro
cultural y la biblioteca de Tetuán de los años 1950 y cuando
sale la ley de 1991, los centros culturales del norte África
cambien el rótulo y pasan a ser Instituto Cervantes. Sus
funciones y objetivos en los 70 centros, distribuidos en 44
países de los cinco continentes y con más de 100.000
matriculados por año, son la difusión de la lengua española
y la cultura latinoamericana, a través de una serie de
áreas.
P.- ¿Entonces podríamos decir que el grado de penetración de
la cultura española es cada vez más alto?
R.- Efectivamente. En Marruecos tenemos ya seis centros, es
el segundo país con mayor difusión. Tenemos comunicación
permanente y celebramos un encuentro anual, cada año en una
comunidad, para la interconexión de los directores e
informar de los problemas comunes.
P.- ¿A qué tipología responden esos problemas comunes a los
cinco continentes?
R.- Uno de los mayores es el de los socios colaboradores
para poderles dar una continuidad en cada territorio,
hacerlos fijos, pero encarece los presupuestos por el
desplazamiento de la plantilla, el servicio, el transporte o
la cobertura y que cada país te aplica una protección
diferente.
P.- El no poder contar con una plantilla fija de
trabajadores, ¿se achaca a la crisis o siempre ha sido una
barrera omnipresente?
R.- No. Según el tipo de centro, se tiene un grupo más menos
definido atendiendo al número de matriculados. Pese a que
sólo nos han incrementado un uno por ciento el presupuesto,
seguimos inaugurando sedes como en Chicago y lo próximo,
Rabat. Esperamos en un futuro más o menos cercano, ampliar
nuestra cobertura en Estados Unidos y la idea es tener unos
nueve centros allí. Seguimos expandiéndonos por Filipinas y
Extremo Oriente.
P.- Y uno de los mayores logros...
R.- No se ha cerrado sólo a la difusión de la lengua
española, sino que queremos integrarnos en el país que nos
recibe a través de talleres, cursos o actividades con la
colaboración de la Agencia Española de Cooperación. Es
positivo para trabajar dos ejes fundamentales a través de
una sola vía.
P.- ¿Qué papel juega la mujer dentro de ese ámbito cultural
que difunde el Instituto Cervantes en Marruecos?
R.- Está muy lejos de llegar a unos mínimos aunque no me ha
dado tiempo aún de introducirme en exceso en la vida civil
marroquí. Las comparaciones son odiosas pero son exactamente
las mismas que en Egipto, en Jordania, Irak o Siria. En
estos lugares, la mujer si no postergada de alguna manera,
la dejan que se desarrolle intelectualmente estudiando una
carrera pero las siguen pegando. Una marroquí puede ser
médico, taxista, lo que quiera, pero en el fondo, a diario,
la mujer no pinta nada.
P.- ¿Vuestras actuaciones se ven mermadas atendiendo a la
conflictividad que presenta el país?
R.- Exactamente. Estuve destinado en Bagdad durante los años
80, en pleno conflicto entre Irán e Irak, y teníamos un gran
centro cultural español, que seguía funcionando con 3.000
matrículas y varios profesores para dar el español. De vez
en cuando nos bombardeaban pero la gente seguían viniendo
para estudiar.
P.- ¿Cómo se afronta el vivir día a día con tensión y miedo
a perder la vida mientras se está dando clase?
R.- Estuve en la guerra de misiles de Teherán y la verdad es
que era complicado, de hecho, los profesores me decían: “Y
si nos bombardean, ¿nos vais a cubrir”?. Evidentemente sí.
El ver caer una bomba, escucharla o sentirla, afecta a
diario pero no se puede dar el espectáculo y mantenerse
firme.
P.- ¿Qué secuelas quedan?
R.- Bueno, yo soy veterano en el sentido de que ya la vida
te da unas experiencias y se incrementa la previsión de
riesgo, calculando más lo que puede ocurrir. He visto lo que
he visto, lo puedo contar y ya no se puede arriesgar, o lo
mínimo.
P.- ¿Se puede pasar de la tolerancia a la reticencia en
países tercermundistas?
R.- Por un lado, estos países pueden crecer económicamente a
través del Producto Interior Bruto. Sin embargo, hay países
que en lo social, lo político o lo religioso dan la marcha
atrás. He vivido en muchos lugares pero jamás he visto el
Ramadán que se hace aquí, que lo cierran todo a cal y canto,
y me impresiona porque la vida continua, no se para. No
puedes permitir que la religión impida el avance social,
económico y político.
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