El Colegio de Educación Infantil y
Primaria (CEIP) Juan Carlos I ofreció ayer una loable
iniciativa en forma de “desayuno saludable” para concienciar
a cerca de 400 alumnos de la importancia de tener una
alimentación correcta y sana. Según algunos teóricos la
educación en su sentido más amplio se recibe en casa y es
responsabilidad de los padres. Aun cuando el sistema
educativo sea el óptimo para la formación académica del
niño, al colegio no se le puede pedir más de lo que pueda
dar. Estas mismas fuentes indican que las formas de analizar
el mundo y comportarse, las normas de convivencia, urbanidad
y buenos modales, los valores morales y los principios
básicos como persona, sólo pueden aportarlos los padres. No
es del todo cierto, aún cuando nadie puede negar una parte
de verdad a lo anteriormente expuesto. Pero cada vez es
menos así.
Por eso es tan importante, en un tiempo en el que las
obligaciones laborales de los progenitores les restan el
tiempo que antes tenían para inculcar ciertos valores, que
la escuela asuma una tarea tan importante como la de
facilitar una educación integral a los más jóvenes.
Ambas partes, familia y centro educativo, deben ir, claro,
de la mano, pero que más allá de sus responsabilidades
estrictas un grupo de profesores como los integrados en el
Departamento de Educación Física de este colegio gracias al
Convenio existente entre el Ministerio de Educación y la
Ciudad Autónoma se entregue año tras año a la noble labor de
formar a los estudiantes más allá de las letras y los
números, en aspectos básicos de su vida cotidiana, es un
ejemplo que sin duda se debería imitar y promocionar.
Igualmente elogiable es la colaboración que empresas
privadas como el Grupo Eroski o la panificadora Septi
prestaron a la propuesta. La Educación, con mayúsculas, es
una tarea comunitaria en la que todos los agentes sociales
deberían involucrarse con verdadera pasión para encauzar el
mejor futuro para esta ciudad.
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