Otro largo fin de semana que me
tomo libremente para desenchufar de todo cuanto ronda y
rondará mi cabeza, no morena ya.
El regreso a casa se me ha hecho duro por diversas razones:
encontrarme con un ambiente climático y social bastante
enrarecido; encontrarme con que han destruido la cerradura
de la puerta de entrada del edificio donde vivo; encontrarme
con la familia entera de mi mujer en la puerta de mi casa;
tener al niño con una tos de caballo, que ni es gripe ni
siquiera un simple resfriado; encontrar el buzón lleno de e-mails
de todas las latitudes y longitudes.
Lo menos duro: el viaje en coche. Como era martes y trece
pocos se atrevieron a circular, al menos en la carretera de
mi paso, y los únicos que me encontré en sentido propio como
en el contrario eran unos cuantos camiones cuyos chóferes se
habrían despistado de ruta. A las montañas no se va con
trailers TIR.
Cuando me enfrento a la realidad mediática no puedo por
menos que sonreir ante las escaramuzas de inocentes
criaturas que se dan a la fuga hacía adelante.
Cuando pienso en el inocente Bermejo, ex ministro de
Justicia, que tuvo que plegar alas por una simple cacería
con un juez…
Bueno, si uno no quiere dimitir porque no le da la gana,
está en su derecho de aferrarse aunque sea a un clavo
ardiendo.
Lo de Costa tiene su miga. No entrará, desde luego, en la
Ley de Costas pero se aproxima a algunos preceptos.
Mariano Rajoy anda despiojándose, recordemos que estamos en
época de inicio escolar y los piojos campan por cabelleras y
calvices por igual. No importa que sean abundantes, ralas o
bolas de billar. Los piojos son muy listos y se meten hasta
en el sobaco.
Como decía, Mariano trata de quitarse no ya unos piojos
molestos sino unos pulgones chupadores de esa cosa que en
USA de la América es de color verde y por Europa es
multicolor, para marear a la gente supongo.
El Paco hace honor a su nombre, los pacos eran unos tíos
abundantes en otros tiempos. Hoy en día son bondadosos,
menos uno desde luego, y no se meten en líos a excepción de
cierto banquero y el de la tierra de los arrozales, las
naranjas y albuferas.
Tengo un amigo que se llama Paco y es un pez gordo en la
cosa municipal en particular y en la política de Catalunya
en general.
Es un Paco por lo demás afable, atento y, lo que es más
importante, completamente sincero y honrado.
A éste amigo mío, Paco, sólo pueden atacarle con mala leche.
No lo crean, pero no es tan inocente como para meterse el
solito en la trampa mediática.
A muchos inocentes se les piden que acaten, sin chistar, lo
que “el jefe” diga. Aunque eso que diga se salto por
completo todos los artículos de la Constitución, de las
Leyes… hasta del Código Penal.
Esas clases de inocentes son los que tienen la honradez, eso
creen ellos, de aceptar humildemente la más pequeña
equivocación que cometan, aunque esa equivocación sea
causada por instancias superiores. Así es y será. Por algo
son inocentes.
Otros que pretendan dársela de inocentes deben andar con
tiento. El ciudadano de este país no es tan tonto como
piensan algunos y los ciudadanos mayores ya saben de qué va
la cosa. Los jóvenes van a lo suyo y pasan de política como
se pasan el contenido, que no el continente, de los
botellones que se toman.
Esto me ha dado una idea. El viernes por la noche haré un
intento de retornar en el tiempo y mezclarme con esos chicos
del botellón, yo lo llevaré lleno de Coca Cola pasada para
disimular que es vino… ignoro si me echarán a patadas, pero
correré el riesgo.
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