Cada día es más complicado
saborear los campos y los valles, reencontrarse con fuentes
cristalinas y con senderos nacientes al inmaculado velo de
la mañana, tomar las luces del atardecer sentado en el
dintel del aire o beber el silencio de las estrellas en la
barra de la vida. Hemos convertido el planetario en una
plaza de mal gusto donde todo se compra y se vende. En
cualquier esquina del mundo se hace negocio sin delicadeza
alguna. La persona honrada siempre se lleva la peor parte.
Lo que hoy triunfa es la politizada pillería, la estafa
permanente, la indecencia de los murmullos, la adulación
como negocio, el pensamiento corrupto, el golpe bajo y a
traición, la ordinariez de los endiosados prepotentes
alistados al mercado de la globalización.
Habría que abanderar las inversiones éticas. Es urgente que
los valores éticos se enraícen en la sociedad. El negocio
puede ser el negocio pero con moral. La retahíla de
inmoralidades también nos impide ver el bosque de la
belleza. Hablo de la inmoralidad de una alarmante esclavitud
como es el tráfico sexual, del macabro lucro del aborto, del
caprichoso estipendio de los niños a la carta. La ONU acaba
de advertir sobre el negocio de órganos: entre el 3% y 5% de
los riñones que se transplantan en el mundo proviene del
chantaje comercial. El corrosivo avance de la pornografía a
través de Internet nos manda al reino animal más animal, con
la consecuente deshumanización de las relaciones
interpersonales.
La extensión de los sobornos en el planetario, lejos de
mermar, sigue capitalizando dividendos. La irresponsabilidad
también se ha vestido de poder. Escasea la autoridad
responsable, es decir, la autoridad refrendada con aquellas
virtudes que permitan asentar gobiernos de buen gobierno, o
sea, de servicio al bien común. El imperio de la decadencia
de las dignidades nos domina a su antojo. Quizás nos
consideren, las gentes de mando en plaza, un negocio más
injertándonos terapias absurdas en vena, cuando uno lo que
necesita es calor humano, humanidad liberada y libertadora,
y raciones de comprensivo amor para alimentar el espíritu.
Conviene recordar lo que el pueblo ya sabe: el amor con amor
se paga. ¡Qué mejor negocio!. Cambiemos, pues, de divisas.
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