Dicen que Juan Vivas se ha
leído todo lo escrito sobre Napoleón, por ser una
figura de enorme atractivo para él, y sabe, pues, que este
Bonaparte mostraba una amenazadora propensión a ser
la espada que ejecuta, el gobierno que administra y la
cabeza que planifica y dirige, tres personas en una misma
naturaleza de inigualada eficacia.
Vivas, dada su admiración por el corso, considerado el genio
militar por antonomasia, parece ser que siempre ha
disfrutado, ante sus amigos y personas conocidas, declarando
sus enormes simpatías por el general, primer cónsul y
emperador de Francia de fines del siglo XVIII y comienzos
del XIX.
Debo decir, cuanto antes, que yo jamás le oí pronunciar el
nombre de Napoleón a Vivas. Prueba palpable de que nunca fui
considerado amigo ni tan siquiera conocido aventajado por
parte del presidente de la Ciudad. Lo cual, con el paso de
los años, me ha permitido gozar de una posición privilegiada
hasta para hablar bien de él cuando me da la gana o lo creo
conveniente.
Vivas, sin embargo, al considerar muy bien a otras personas,
casos de Juan Luis Aróstegui y Jesús Fortes,
nunca tuvo el menor inconveniente en hacer proselitismo ante
ellas de las bondades del hombre cuyas campañas de Italia
han sido, hasta hace nada, materia obligada de estudio en
las academias militares durante innumerables promociones.
Y estas personas (insisto: las más destacadas son Aróstegui
y Fortes) han tomado, desde hace tiempo, el rábano por las
hojas. Y lo que no deja de ser una anécdota lo han
convertido en un deseo irrefrenable del presidente de querer
convertirse en un dirigente napoleónico. Y no hay
conversación donde ambos no tachen de locura imperialista,
por sobredosis de adulación aguda, la que viene padeciendo
Vivas.
La postura del secretario general de Comisiones Obreras, por
más que sea producto de una obsesión, que le sigue causando
daños irreparables (aderezada también por la envidia, la
peor de las pasiones), puede ser entendida. Puesto que, a
fin de cuentas, el sindicalista no ha pasado de ser un
chiquilicuatre como político. Y como historial ha quedado su
paso por la concejalía de Hacienda. Así que no hay por qué
hablar más del asunto.
Mas de JF, ex presidente de la Ciudad, sería conveniente
estudiar las razones que tiene para vivir en permanente
estado de aversión hacia Juan Vivas. Me consta que es algo
superior a sus fuerzas. Y no hace nada por disimularla. Es
más, en cuanto lee algún artículo cuyo contenido es
favorable al presidente de la Ciudad, inmediatamente se
obnubila y convierte al hacedor de ese artículo en motivo de
censura. En una palabra, lo apunta en su libreta negra.
Viéndolo como un enemigo que, a lo mejor en su día,
participó también en esa conspiración judeo-masónica que le
costó a él la presidencia.
De Fortes fui yo, sin querer, paño de lágrimas durante
muchos días, muchísimos. Y soporté confesiones suyas con un
talante digno de encomio. Pues no pasaba yo por momentos
donde fuera mi mejor terapia tener que oír los problemas de
los demás. Máxime cuando ese además no tenía problemas
económicos y yo sí. Así, y aunque esta Casa lo ha
considerado siempre, debo recordarle que yo sé el terreno
que piso. Y mejor le irá si deja de jugar al escondite...
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