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OPINIÓN - VIERNES, 16 DE OCTUBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Vivas y su admiración por Napoleón
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Dicen que Juan Vivas se ha leído todo lo escrito sobre Napoleón, por ser una figura de enorme atractivo para él, y sabe, pues, que este Bonaparte mostraba una amenazadora propensión a ser la espada que ejecuta, el gobierno que administra y la cabeza que planifica y dirige, tres personas en una misma naturaleza de inigualada eficacia.

Vivas, dada su admiración por el corso, considerado el genio militar por antonomasia, parece ser que siempre ha disfrutado, ante sus amigos y personas conocidas, declarando sus enormes simpatías por el general, primer cónsul y emperador de Francia de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX.

Debo decir, cuanto antes, que yo jamás le oí pronunciar el nombre de Napoleón a Vivas. Prueba palpable de que nunca fui considerado amigo ni tan siquiera conocido aventajado por parte del presidente de la Ciudad. Lo cual, con el paso de los años, me ha permitido gozar de una posición privilegiada hasta para hablar bien de él cuando me da la gana o lo creo conveniente.

Vivas, sin embargo, al considerar muy bien a otras personas, casos de Juan Luis Aróstegui y Jesús Fortes, nunca tuvo el menor inconveniente en hacer proselitismo ante ellas de las bondades del hombre cuyas campañas de Italia han sido, hasta hace nada, materia obligada de estudio en las academias militares durante innumerables promociones.

Y estas personas (insisto: las más destacadas son Aróstegui y Fortes) han tomado, desde hace tiempo, el rábano por las hojas. Y lo que no deja de ser una anécdota lo han convertido en un deseo irrefrenable del presidente de querer convertirse en un dirigente napoleónico. Y no hay conversación donde ambos no tachen de locura imperialista, por sobredosis de adulación aguda, la que viene padeciendo Vivas.

La postura del secretario general de Comisiones Obreras, por más que sea producto de una obsesión, que le sigue causando daños irreparables (aderezada también por la envidia, la peor de las pasiones), puede ser entendida. Puesto que, a fin de cuentas, el sindicalista no ha pasado de ser un chiquilicuatre como político. Y como historial ha quedado su paso por la concejalía de Hacienda. Así que no hay por qué hablar más del asunto.

Mas de JF, ex presidente de la Ciudad, sería conveniente estudiar las razones que tiene para vivir en permanente estado de aversión hacia Juan Vivas. Me consta que es algo superior a sus fuerzas. Y no hace nada por disimularla. Es más, en cuanto lee algún artículo cuyo contenido es favorable al presidente de la Ciudad, inmediatamente se obnubila y convierte al hacedor de ese artículo en motivo de censura. En una palabra, lo apunta en su libreta negra. Viéndolo como un enemigo que, a lo mejor en su día, participó también en esa conspiración judeo-masónica que le costó a él la presidencia.

De Fortes fui yo, sin querer, paño de lágrimas durante muchos días, muchísimos. Y soporté confesiones suyas con un talante digno de encomio. Pues no pasaba yo por momentos donde fuera mi mejor terapia tener que oír los problemas de los demás. Máxime cuando ese además no tenía problemas económicos y yo sí. Así, y aunque esta Casa lo ha considerado siempre, debo recordarle que yo sé el terreno que piso. Y mejor le irá si deja de jugar al escondite...
 

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