En una reunión informal mantenida
por una serie de amigos, uno de ellos lector asiduo de mis
artículos, dejándose llevar por el gran afecto que me tiene,
dijo que yo debería haber escrito en “La Codorniz”, aquella
revista famosa dirigida magistralmente por Álvaro de la
Iglesia y en la que la inteligencia, de cuantos escribían en
ella, tenía que alcanzar el máximo de agudeza para burlar la
gran censura existente.
Pienso que esa manifestación, sobre mi persona, se debería
más que nada al gran afecto que me profesa, porque tengo que
reconocer y reconozco, que no le llego a la suela de los
zapatos, ni a Álvaro de la Iglesia, ni a Tono, ni a ninguno
de los que hacían posible, con sus escritos, la mencionada
revista. De todas formas, gracias amigo.
Cierto es que me gusta escribir con humor y hasta con cierta
ironía, en cada artículo que, cada día, me dedico a escribir
en este mi periódico sin importarme, ni poco ni mucho,
quienes se enfaden por algunos de mis escritos. Eso es algo
que tengo tan superado, como aquellos que no les gusta como
escribo.
En la época de “La Codorniz”, etapa donde por culpa de la
censura, había que exprimir el cerebro al máximo para
burlarla, todos humoristas de las letras demostraron una
superior inteligencia a la hora de redactar sus artículos.
Ellos, auténticos genios del humor, marcaron toda una época
difícil de superar.
Qué hubiese sido, de todos ellos, en estos tiempos que
corren, donde la censura brilla por su ausencia y se ha
puesto de moda el humor soez, carente de el más mínimo
atisbo de inteligencia. Quizás ninguno de ellos hubiese
podido demostrar esa inteligencia superior hacia estos
humoristas de hoy día faltos de talento y de condiciones
para hacer humor.
Es algo indiscutible, que en tiempos difíciles para la
Humanidad, es donde surgen los grandes genios y los grandes
inventos, donde la inteligencia de los seres humanos alcanza
su mayor grado de perfección. Ahí tiene, por poner un
ejemplo, el invento de la penicilina, que tantas vidas a
salvado y sigue salvando.
Es de pura lógica que en tiempos de censura, la inteligencia
de todos aquellos hombres que tenían que escribir, cada día,
tratando de burlarla, alcanzara su máximo de fluidez. Y eso,
precisamente debido a la gran censura existente, en aquellos
tiempos, es lo que hizo, que naciera esa gran generación de
humoristas que sabiamente, burlaban a la censura con un arte
insuperable.
Hoy escribir con humor o al menos trata de hacerlo, sin caer
en lo chabacano empleando palabras soeces sin venir a
cuento, también resulta algo difícil.
Al lector que esté poco preparado, le encanta escuchar esas
palabrotas que, sin venir a cuento, se emplean en las series
televisivas, antes que leer un artículo de humor fino en el
que se pongan las cosas en su sitio, sin necesidad de
insultar a nada ni a nadie. Porque el humor y la ironía,
usada con fineza, a veces se hacen difícil de entender para
los que no están dentro del asunto a tratar. Y aunque
algunos no lo crean a pesar de no existir la censura, es
difícil escribir con humor.
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