Fue en septiembre pasado,
miércoles día 23, víspera del día de la Merced, que me
presentaron al director de la cárcel de Los Rosales. A quien
se me ocurrió decirle, tras haberme aclarado algunas dudas
sobre las prisiones, que estaba ante un funcionario moderno
que dirigía una cárcel vieja. En Juan Hernández Rebollo
aprecié también un sentido de la ironía muy cuajado. Y así
lo manifesté. Y hasta le prometí que le haría una visita en
su lugar de trabajo.
Días atrás, el director de la cárcel me llamó para decirme
que si aceptaba darle una charla a los reclusos
participantes en el curso escolar que principiaba el día 14
de octubre. Charla previa a un acto que sería presidido por
Aquilino Melgar, director provincial de Educación. Y
dije que sí.
Y allá que acudí el día previsto y a la hora prevista, once
de la mañana, a contarle a los alumnos la importancia de la
lectura. La necesidad de aprender. “Y que la primera
obligación de los jóvenes es la misma que tienen los adultos
y hasta los viejos, si me apuras. Aprender. Quien no sabe
puede tener arrebatos pero no aciertos... Por tal motivo, la
lectura es primordial en la vida. Cualquier clase de
lectura. Saber es poder”.
Resalté la importancia de saber hablar. De saber decir las
cosas más aburridas de manera agradable y las más banales de
manera interesante. Y, desde luego, no me olvidé de
recordarles a los alumnos que agradar e interesar continúa
siendo el objetivo de innumerables personas. Y es que se
agrada por virtud, por un don innato. Pero se interesa por
voluntad, más que por natural disposición.
A partir de ese momento, y dada la atención que me prestaban
los oyentes, recurrí a las socorridas anécdotas. Y hasta nos
atrevimos a plantear las reglas de los debates. El primero
consistió en analizar por qué las mujeres hablan mal de los
maridos y, sin embargo, se portan bien con ellos. En cambio,
los hombres hablan bien de las mujeres y se portan mal con
ellas.
Ni que decir tiene que mujeres y hombres no cesaron de
responder y hubo momentos en que la discusión, dentro de una
enorme corrección, tuvo su interés. Mientras yo me sentía
feliz por hallarme en un ambiente tan agradable como
natural. Incluso tuve tiempo para exponerles un tema
futbolístico. Ante la presencia de Domingo Ruiz,
maestro que se ha ganado el afecto y respeto de sus alumnos.
Tras mi intervención, cerró el acto el director provincial
del MEC. Y nos fuimos a disfrutar de unas bebidas
refrescantes, acompañadas de los canapés consiguientes.
Rodeados por todos esos alumnos con los que aún tuve tiempo
de seguir charlando y riéndome de lo lindo. Y a los que les
he prometido visitarles nuevamente.
Gracias, pues, a Juan Hernández Rebollo, director de la
cárcel de los Rosales, por la invitación que me hizo en su
momento. Y, sobre todo, gracias a los alumnos que
participaron en la charla. Por la atención que me
dispensaron y por haberme proporcionado la oportunidad de
pasar un rato inolvidable. Gracias también, faltaría más, a
los funcionarios que me atendieron.
En fin, que habiendo vivido lo vivido, en cuanto me sea
posible, y el director lo apruebe, los alumnos del curso
escolar de la cárcel de Los Rosales me tendrán otra vez a su
disposición. Y hablaremos de cuanto les apetezca.
|