El hombre vive de ilusiones y
según circunstancias. Y no hay más. Las ilusiones hay que
mantenerlas intactas mientras se está participando
activamente en algo. Por ejemplo: yo me levanto cada mañana
esperanzado en que se hayan publicado varias noticias
interesantes y deseando elegir la mejor para opinar sobre
ella.
Luego, claro está, se imponen las circunstancias. Y éstas
son evidentes: en Ceuta no suceden muchas cosas. Y, por si
fuera poco, hay asuntos de los que está prohibido escribir.
Porque la endogamia de la ciudad, lo he dicho repetidas
veces, lo impide (endogamia, por si usted lo desconoce, es
la unión sexual entre individuos de raza o ascendencia
común, o entre personas pertenecientes al mismo grupo
social). Lo cual, como ustedes comprenderán, es una traba
que a veces, muchas veces, contraría a quien escribe y lo
pone en el disparadero.
Por tal motivo, si uno quiere seguir en la brecha, es decir,
escribiendo en la contraportada de este medio, no sólo ha de
vivir permanentemente ilusionado sino que, además, ha de
levantarse cada día, a los 70 años, convencido de que aún
puede derrochar vitalidad a raudales para sobreponerse a los
innumerables obstáculos que van surgiendo a cada paso.
Se impone, pues, un derroche de energía, de vivacidad, y de
exuberancia, por qué no, en los contactos con los demás.
Frecuentar lugares donde conversar sea todavía posible. Y,
por encima de todo, no dejarse impresionar por nada ni por
nadie (delicioso defecto de juventud, según acostumbra a
decir un amigo mío).
La edad, la que yo tengo, me permite asimismo ser reflexivo.
Pensar detenidamente lo que voy a hacer, decir o escribir.
Sí, ya sé que me expongo a que me digan que eso es demasiado
aburrido. Y lógica consecuencia de los años. Pero ello es
debido a lo que sigue: hay personas que, habiendo decidido
batirse ‘a primera sangre’, no aceptan su herida. Y siguen
rumiando venganza por otros medios sin caer en la cuenta de
que el rival no dejará de perderle la cara al duelo en
ningún momento.
Yo comprendo que tras la derrota, en el campo del honor (¡),
el perdedor deba soportar los sarcasmos de sus amigos, en
forma de arengas para que siga luchando denodadamente. De lo
contrario, la diversión se les acaba a tales amigos. Mas no
hace falta ser un lince para opinar que ni esos son amigos
ni nada que se les parezca. Pues aconsejan de manera torcida
a la par que se ríen por lo bajini. Una risa muy practicada
por la gente que destila mala baba. En fin, que la fiesta,
del y tú más..., se ha acabado. De momento.
Y vaya la aclaración: desde este espacio (o sea, desde la
contraportada de un periódico joven y recio y cuyo pecado ha
sido y es, sin duda, salir airoso de todos los embates que
ha ido recibiendo para cercenar su indiscutible
crecimiento), mi misión seguirá consistiendo en defender a
ultranza todo ataque que se perpetre contra la empresa.
Eso sí, en cuanto las fuerzas me flaqueen, pierda las
ilusiones o atisbe el menor asomo de desconfianza por parte
del editor, no dudaré ni un minuto en darme el piro. Y es
que cada día necesito menos para vivir. Perdonen los
lectores que haya hablado tanto de mí.
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