Sólo nos acordamos de la educación
cuando aparecen informes que nos son muy desfavorables
(Panorama de la Educación-2009, Informes de OCDE y Pisa),
que mantienen a España en la cola de los países
desarrollados y reflejan que, pese a algunos leves avances,
la evolución no es la deseada para competir en igualdad de
oportunidades.
Los datos de los documentos revelan unas tasas
“absolutamente desorbitadas” y conforman el estrepitoso
fracaso del sistema educativo. Se insiste en la necesidad de
un “pacto educativo”, pero se advierte que “de poco servirá
un gran acuerdo si no se admiten los errores que habrían de
corregirse con el mismo”. Por otro lado, la crisis que
padecemos ha revalorizado la necesidad de un gran pacto
“político” por la educación.
Conviene recordar la primera y significativa opinión del Sr.
Ministro, en el momento de tomar posesión de su cargo. “Hay
que pensar en generaciones, no en elecciones”. Desde este
momento, según informaciones aparecidas en distintos medios,
el optimismo desborda a nuestra primera autoridad educativa,
esperando y deseando que para antes de Navidad, se habrán
superado muchas dificultades, por lo que el pacto sería
viable.
La oposición no es partidaria de promover la creación de una
nueva ley orgánica (sería, si mis cuentas no me fallan, la
sexta en los últimos treinta años) vislumbrando una amenaza
con dificultar el acuerdo. Entre ellos, PP y PSOE, existen
históricas diferencias ideológicas, como el laicismo o el
bilingüismo, que podrían quedar al margen de la negociación.
Transcurridos estos meses, la demanda del pacto, debe tener
muy presente la inversión, estructura, modernización de la
escuela y, principalmente, el refuerzo del profesorado en
cuanto se refiere a su autoridad, tan vapuleada en los
últimos años, empezándose a tomar muy en serio con la
consideración de “autoridad pública”.
Con aquello de que “toda medida que dignifique al maestro
viene bien”, por parte de la Sra. Presidenta de la Comunidad
de Madrid, para reforzar el prestigio del maestro, piensa
que la “vuelta a la tarima” devolvería en un porcentaje alto
la autoridad del maestro. “Colocaríamos tarimas en todas las
aulas de los colegios públicos, para que el docente pueda
tener una visión general de lo que ocurre y no tenga que
destinar más de un tercio del tiempo de sus clases a mandar
callar a alumnos que ni siquiera puede ver”.
En Agosto del presente año, con el título “La Tarima”, en
página de “Opinión” de este diario, di a conocer el debate
que se estableció en nuestro país para suprimir las tarimas
de las aulas, al ser consideradas como “símbolos de
autoritarismo”. Comenté que no sólo la tarima era la
culpable del “exceso de autoridad”. Había otros componentes
que colaboraban con ella: “la omnipresente palmeta y la
imaginación del maestro en la utilización de las manos –a
veces, las piernas- para pegar bofetadas, tirones de orejas,
coscorrones, patadas… y un largo etc.
¿Se verá respaldaba esta vuelta de la tarima? De momento, el
Sr. Ministro afirma que no es competencia de su Ministerio.
Lo del reconocimiento de la “autoridad pública”, sí.
No cabe duda que la iniciativa de la Sra. Aguirre, de
aprobar la “Ley de la Autoridad del Profesor”, ha abierto un
encendido debate aunque todos los sectores educativos
coinciden en la necesidad de reconocimiento legal de la
autoridad del profesor y en su dignificación social.
Se trata de que los docentes no se vean indefensos ante el
acoso y la violencia de los alumnos o de sus padres y de que
los delitos contra ellos puedan ser considerados como
atentados contra la autoridad. Una ley que constituiría, al
mismo tiempo, un refuerzo moral para unos profesionales
educativos excesivamente desmoralizados.
Pero, ¿qué ocurre en nuestro entorno europeo con respecto a
la protección del docente? Desde luego, con el
reconocimiento previo de la autoridad del maestro, desde
tratarlo de “usted” y “levantarse” cuando entra en el aula,
hasta imposición de “multas” a los padres que acuden a los
centros con “no sanas intenciones”.
En la Cumbre Europea celebrada en 2006, se acordó que “el
profesorado rinde un servicio de considerable importancia
social al desempeñar su papel fundamental para que las
personas puedan cultivar sus talentos y alcanzar su
desarrollo y bienestar personales, así como ayudarlas a
adquirir conocimientos y habilidades claves que necesitan
como ciudadanos”.
Sírvanos como ejemplo particular, Francia. La violencia
escolar resulta un drama. Son frecuentes los casos de
maestros víctimas de adolescentes. Se ha modificado la Ley
para poder castigar con mayor severidad, incluso con penas
de cárcel para menores. La presencia de policías patrullando
en las cercanías del centro. La instauración de puestos de
policía en el interior del centro… Y el presidente Sarkozy,
soñando durante la campaña Presidencial: “Soñaba con una
Francia donde los niños se levantasen cuando entra el
profesor en el aula y lo llamara de usted al dirigirse a
él.”
Y como cierre, la agresión sufrida por el director de un
centro de Primaria en Cantabria. El agresor, un padre, que
argumentaba que su hija no podría asistir a clase de cuatro
asignaturas: Conocimiento del Medio, Música, Educación
Física y Educación para la Ciudadanía. Él pertenecía a la
Religión del “Palmar de Troya”. Y le será aplicada al
agresor, la ley de la autoridad pública.
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