En este caso no es un puente,
precisamente, sino un prolongado fin de semana, que es algo
parecido.
Y aquí da lo mismo que estemos en recesión o en momentos
boyantes de la economía, por lo que un viajecito a casa de
los abuelos del pueblo, o a la casa del otro lado del
estrecho, viene más que bien, para desintoxicarse del
quehacer diario, tras las vacaciones.
Desde luego, no ha pasado demasiado tiempo desde que las
vacaciones del verano terminaron, pero con todo y eso “las
costumbres aquí se van haciendo leyes” y tres días seguidos,
sin tener que ir a la oficina, o sin tener que subirse al
andamio, dan para mucho, especialmente si nos vamos fuera de
nuestra residencia habitual.
Particularmente, detesto esos fines de semana prolongados,
porque primero en la salida, con esos atascos interminables,
y luego al regreso, otro atasco que enlaza con el de los
días anteriores.
La pregunta que me he hecho muchas veces, es si, de verdad,
merece la pena tanto desplazamiento, tanto movimiento de
policía, controlando lo incontrolable y tanto ajetreo, para
estar, a lo sumo, un día en el lugar en el que uno quiere
estar descansando. Rotundamente no, no merece la pena.
Y menos mal a que parece que estos días va a acompañar el
tiempo, porque si además de esos viajes que parecen no tener
final, nos encontramos con días de chaparrones, el stress
del viaje iba a superar al posible cansancio que había antes
de salir.
De accidentes prefiero no hablar, me molestan las
estadísticas, siempre engañosas, que se hacen, tras unos
días de más movimiento en las carreteras, y me molesta, más
todavía, la precaución esa, a costa del miedo, que se
intenta establecer desde algunos organismos oficiales.
Sin embargo, de lo que sí me gusta hablar es de lo que se
tiene y de lo que se vuelve a deber, tras esas salidas a
intervalos de tres o cuatro semanas. Esa sangría parece que
es la rémora que no somos capaces de quitar de nuestro
camino.
Y es que nada más venir de vacaciones, llegan los gastos del
comienzo de curso, gastos de los que se quejan todos los
padres y a los que apoyan entidades, incluso sindicales,
reclamando gratuidad en todo, especialmente en libros.
El gratis total, una norma que impusieron algunos cargos,
para sus viajes, hace una quincena de años, no hace
progresar a un país, porque ese “gratis total” tiene que ser
sufragado por alguien, o lo que es lo mismo, con más subidas
de impuestos.
Además partiendo del “gratis total” para la formación, nos
deja el camino libre por la ruta de la diversión y, a veces,
del botellón, con lo que no habíamos gastado, por ejemplo,
en los libros de los chavales.
Recuerdo aquellos años en los que la poca información que
llegaba, además engañosa, desde ciertos países del Este, nos
hablaba de una gran cultura, en aquellos territorios, y todo
gratis.
Al final, ya se ha visto como quedaron esos países, tras
quitar la barrera de la vergüenza, y lo más lamentable es
que aquella desvergüenza nos está costando, a todos, un
poquito y no digamos a los alemanes del oeste que han tenido
que cargar con el pariente pobre del otro lado, de aquella
barrera de la vergüenza y el miedo.
Dejando esto de lado, buen viaje a todos los ceutíes que
ayer salieron hacia la península.
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