Veo una noticia, en nuestro
periódico El Pueblo de Ceuta, que me deja perplejo, por
cuanto en los años que llevo en Ceuta, más de treinta, he
visto multitud de cosas en el paso de la aduana, pero de ahí
a llevar en tu propio vehículo a unas personas totalmente
desconocidas, es un paso tan grande que, lo normal es que
uno, el que haya actuado así, se haya metido en un verdadero
callejón sin salida.
Veamos, pues. El representante del Ministerio Fiscal
solicita seis años de prisión para un matrimonio, por un
presunto delito de blanqueo de capital.
Naturalmente que la defensa, por algo es defensa, trata de
exculpar a sus clientes y alega que estos desconocían que
las personas que llevaban para embarcar en el ferry tuvieran
una documentación manipulada.
Las buenas intenciones de la defensa, por algo va a cobrar,
están ahí, pero lo que no es normal y no se ve todos los
días, ni todos los meses es que uno que va a embarcar vaya
recogiendo gente que va en dirección al puerto.
Un taxista, pero hasta la estación marítima y sin saberlo
él, ha podido recoger a unos clientes que sean blancos,
morenos, con o sin carné de identidad, pero un matrimonio
normal, una madre y un hijo, una hija y un padre ..., van
ellos en su coche y, si acaso, si es que coinciden, les
puede acompañar un vecino, más compañía no parece lo normal.
Todo lo demás, cuando menos, a mí me parece más que
sospechoso, y en los días que corren, aun, más.
Tras las declaraciones es posible que ya se puedan atar más
cabos y muy especialmente cuando ya el matrimonio explica
que “ a simple vista no habían percibido que la
documentación de estas tres personas estuviera falsificada”.
¿Cómo se explica esta afirmación? ¿Para qué tenían que saber
ellos o ignorar si fulanito o el otro tienen una
documentación falsificada o en regla?.
Esto lo primero y de ahí se puede colegir el segundo punto:”
que nunca habían pactado una cifra económica por llevarlos
hasta Madrid”.
Llegar más lejos es ir andando por un terreno resbaladizo,
por usar un término suave, porque ya es mucha casualidad que
“ al salir del puerto, de comprar los billetes, se nos
acercó un hombre rumano y nos pidió que llevásemos a estas
tres personas”. Más leña al fuego. No se conocen y comienzan
a pedirse favores, pero eso sí sale a escena el montaje de
la nacionalidad:” como somos rumanos y lo veíamos como uno
de nosotros aceptamos el trato de pagar los gastos del viaje
entre los cinco”.
“Lo que hace la buena voluntad”, podría haber dicho hace
cincuenta años mi abuela, “hay que estar con los nuestros”,
con lo que de ser eso una norma aceptable, a partir de
ahora, cada vez que vayamos a sacar el billete del barco, a
lo mejor tenemos cola esperándonos para que el viaje nos
resulte casi gratis.
Bueno será que la ley marque las responsabilidades, también
aquí, para que más de uno de esos “negocios” que van
surgiendo cada día de una forma, sean cortados de raíz y muy
especialmente cuando se trata de gentes que no han hecho más
que llegar y empiezan a mostrar unas artes que, en absoluto,
favorecen la buena marcha de nuestra sociedad.
No sé si serán seis años, más, menos o los que sean, pero la
ley debe ser fuerte y así evitar caminos tortuosos con
documentaciones.
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