Muchas personas me han preguntado
a quién me refería cuando, hace nada, escribí unas líneas
sobre un político que guardaba debajo de la cama de
matrimonio una maleta llena de... objetos valiosos. Y a
todas les he respondido de la misma manera. Piensen
ustedes... Que no es tan difícil dar con él. Porque, como
comprenderán, no voy a ser tan lerdo como para propalar su
nombre. Ni siquiera haciendo uso del “boca a boca”.
Muchas personas han querido saber las razones que tengo para
no darle al pico acerca de unas escenas que presencié
durante una época en la que un tío que se creía el rey del
mundo andaba gimiendo por los rincones. Y contesto lo
siguiente: porque este periódico no está para tales
menesteres.
Pero siempre hay alguien que suele responderme: usa internet
por tu cuenta y riesgo y nos deleita aclarándonos ciertos
pasajes vividos por ti. Porque a tu edad, y sabiendo como
eres, más de uno acabaría metiendo el rabo entre las
piernas.
Tampoco lo creo conveniente. Puesto que hay personas a las
que les tengo ley y lo último que haría es preocuparles. No
olvidemos que Ceuta es una ciudad donde prima la endogamia y
cuanto se diga tiene efecto dominó. Amén de que en las
ciudades pequeñas todo se exagera y los prejuicios
cristalizan con una dureza extraordinaria.
Tampoco han faltado los que se han interesado por los
motivos que he tenido para, de un tiempo a esta parte,
hacerle el artículo a Pedro Gordillo, cuando toca o
lo creo de recibo. Y no he tenido el menor inconveniente en
contestar: cuando Gordillo anduvo bajo cuidados médicos, y
restableciéndose en su casa, muchos fueron los que empezaron
a segarle la hierba bajo los pies. Podría dar nombres y
apellidos de cuantos se apuntaron a la operación de
hundirle. Todos ellos tenían una consigna: es el momento de
acabar con él. Ahora o nunca.
Fue entonces, conociendo además a las personas que dirigían
la operación de acoso y derribo contra Gordillo, cuando
decidí sentarme con el editor de este medio para decirle que
desde ese momento el vicepresidente de la Ciudad y
presidente del partido tendría, por mi modesta parte, ayuda
en situaciones concretas. Sobre todo en las que se emplearan
ataques desmedidos contra su persona, por los que pensaban y
hasta celebraban ya, que sus arrerruchos acabarían por
menguarle la salud. Impidiéndole, cómo no, su vuelta al
tajo. Y, caso de que así no sucediera, se meterían con él
para acelerarle y mandarle nuevamente al hule del dolor.
Debo decir, cuanto antes, que el editor, cada día menos dado
a tomar decisiones drásticas, en ningún sentido, entendió mi
postura y me dejó hacer al respecto. Las consecuencias no se
hicieron esperar. A Gordillo se le tachó de maletero durante
una visita institucional. Intentaron mofarse de él. Sin caer
en la cuenta de que Ceuta quedaba en la prensa murciana a la
altura del betún. Aunque el hecho sirvió para que se
retratara uno de los varios urdidores de la operación contra
Gordillo. No, Vicente Álvarez es un chiquilicuatre. Una
criatura, además, desconsolada por padecer de vejez
prematura.
(Fuera de concurso. Voy a parafrasear a Quevedo.
Vicente Álvarez: eres un marido en ocho cuerpos, como una
obra o un armario, es decir, un marido y siete amantes de la
que tú sabes. Mis saludos).
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