Varias veces he dicho de ella que
es mujer moderna, poseída por unos deseos enormes de
aprender y por lo que sé dispuesta siempre a clavar los
codos con ahínco, con el fin de prepararse concienzudamente
en todos los aspectos. Preparación necesaria para que sus
aspiraciones políticas, que son muchas, se vean respaldadas
por una formación que sólo se obtiene trabajando duramente.
A Yolanda Bel, además, le acompaña la figura. De ahí
que desde hace años sea una mujer observada por hombres y
mujeres, cuyas miradas se reducen a tasarla sexualmente,
mientras escudriñan hasta el más leve contoneo de su cuerpo.
Lo cual, amén de ser natural, no le hace el menor daño a una
criatura cuya vida política depende de las urnas. Sobre todo
cuando le llegue el momento de convertirse en candidata a
algo más de lo que es actualmente. Que le llegará...
Pues lo mismo que no había que tener carácter de adivino
para celebrar los cuernos de Vicente Álvarez,
afortunadamente ya reconocidos por él, tampoco se necesitan
dotes de vidente para augurarle a la deseada Yolanda un
futuro político inmejorable.
Pero dejemos a un lado el indiscutible sex-appeal que tiene
la consejera de Medio Ambiente y portavoz del Gobierno, y
que largos años mantenga para su bien y recreo de nuestros
ojos, para volver a insistir en algo que es de cajón: ser la
portavoz del gobierno la está quemando a paso de legionario.
Lo cual tampoco es la primera vez que menciono.
Y es así, créanme, porque el cargo de portavoz del gobierno
es una especie de potro de tortura cuyo titular debe tener
–amén de las cualidades requeridas para ejercerlo-, como
condición indispensable, ‘tripas por estrenar’. Lo que no es
contrario a lucir un rosario de gestos, ademanes, risitas, y
poses capaces de convencer a los demás de las bondades del
portavoz. En suma, hipocresía y mala leche unidas aunque
festoneadas de encanto.
‘Tripas por estrenar’. Locución que traduzco por ser
conocida, mayormente, en tierras cordobesas: “Persona que es
reservada y callada, pero de la que se sospecha que oculta
malas intenciones o se espera de ella alguna mala faena”. Es
decir, “que no vale ni picada para albóndigas”.
Así, mi querida YB, aun haciendo cursos intensivos con malos
de solemnidad, jamás aprenderá a desenvolverse bien como
portavoz del Gobierno. No es lo suyo. Y cada día se le va
notando más que está incómoda desempeñando esa labor.
Incómoda y gastándose aceleradamente. Y es una pena. Porque
en el PP local, como asimismo en el Partido Socialista,
escasean los políticos capacitados y, mucho menos, se pueden
encontrar los que encanten al personal por ser como son:
como sus madres los han paridos.
Por lo tanto, a mí me gustaría sentarme a hablar con la
consejera de Medio Ambiente y portavoz del Gobierno, ahora
que está pasando por una fase de decaimiento, para tratar de
mejorarle el ánimo. Conversando con ella sin tapujos. Si
bien puedo entender que lo rechace. Por carecer de malaúva.
Dicho queda.
(Fuera de concurso. Vicente Álvarez: me hubiera
gustado escribir ‘Los Cuernos de Don Friolera’ –Valle-Inclán-.
Pero me conformo hablando de los tuyos. Ya reconocidos por
ti. Que los disfrute)
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