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OPINIÓN - DOMINGO, 4 DE OCTUBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Foca vestida de torero
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me dijo una lectora de ‘El oasis’, en la Fiesta de la Policía Nacional, que le gustó mucho la columna donde conté la anécdota de José María Gil Robles. Sí, hombre, la de los calzoncillos de seda. Que se refería a una mujer indiscreta que le contaba al marido los detalles de todos los que pasaban por su cama. Y que éste, político, más bien necio, los usaba para tratar de poner en evidencia a sus adversarios.

Esa columna la aproveché yo para decirle a Vicente Álvarez, el de los dibujitos que huelen a... –me callo para que no me tachen de escatológico-, que no se afligiera por la anécdota de los calzoncillos, porque tenía mi palabra de caballero que de mi boca no saldría una palabra al respecto. Aunque es comprensible que cualquier señora, si el marido se lava poco, por ejemplo, recurra a los servicios incluso de cualquier mindundi que llegue al tálamo oliendo a lo que sea menos a zorruno.

Otro lector de este espacio, muy conocido, me dijo que no entendía cómo el muchacho ese... sí, coño, el que tú le llamaste foca, se atreve a vestirse de torero frecuentando un sitio donde... O será por eso que el hombre, aunque sea un adefesio, vaya de luces por si acaso se le arranca cualquier hermano de camada.

Tentado estuve de contar lo que dicho lector me fue diciendo. Pero debo admitir que tuve que censurar la columna porque hay personas que no tienen derecho a sufrir las inclemencias causadas por un tío que cuando llegó el GIL sólo tenía una consigna: lamerle el orto a Antonio Sampietro con el único fin de ganarse un extraordinario sobresueldo por los servicios que ofrecía como símbolo fálico del poder ‘gilista’. Es decir, ‘la pavana’ (de la que hablo en la miscelánea de hoy).

También conservo en la memoria las palabras de aquel político que me visitaba, en cierta cafetería, cuando pasaba por el trance de su decadencia, para decirme, entre infinidad de lamentaciones, que antes o después haría todo lo posible por mandar al paro al tío de los dibujitos. Claro que, como el tío de los dibujitos estaba al tanto de todos los pasos del político, le susurró al oído algo relacionado con una maleta escondida debajo de su cama de matrimonio... De la cama de matrimonio del político. Una especie de tesoro muy valioso. Y el político se quedó petrificado. Más bien jiñado y, por tanto, maloliente Y desde entonces ambos se cuentan batallitas y hacen comentarios malsonantes de todo el mundo. Y, sobre todo, de Juan Vivas. A éste, esté donde éste y a cualquier hora, seguro que se le caen de las manos todos los objetos que tenga.

Y ya no digamos de la maldad que propalaron los dos en relación con Francisco Antonio González. Me la contaron a mí como si estuviesen poniéndome al tanto de algo que fuera el fin del mundo. Vamos, lo mismo que hace nada han tratado de hacer con Manolo Gómez Hoyos.

El tío de los dibujitos (por más que trate de hacer la gracieta de sus olores, pues es sucio en cantidad, y se vista de torero para revestir de humor sus miserias), en cuanto se ha quitado el antifaz, se ha quedado al natural. Y la realidad es más fea que la ficción.

(Fuera de concurso. Vicente Álvarez: Tienes la cabeza bien amueblada. Así que te llamaré egabrense. Gracias al latín. Y con el permiso de los nacidos en Cabra. Mis saludos pues.
 

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