La Policía Nacional celebra hoy la
festividad de su patrón, los Ángeles Custodios, y entre los
actos programados, no podía faltar la clásica copa de vino
español, que será servida en el Hotel Ulises. Aunque tengo
entendido que, debido a la crisis económica, el presupuesto
de la copa será menor. Como no podía ser de otra forma.
El año pasado ya fui invitado a los actos de un día tan
especial para un Cuerpo que merece consideración a raudales.
Una institución, como todas, expuestas a las críticas, que
no desea sumisión pero que, lógicamente, detesta los malos
tratos porque sí. Por sistema. Como si el empedrado tuviera
siempre la culpa de los tropezones del cojo.
En fin, tampoco es día hoy para ponerse trascendente en
relación con la Policía Nacional, sino que es más bien para
decirle a su Jefe Superior, José Luis Torres, que si
el año pasado me lo pasé bien durante la reunión mantenida
en salón adecuado del Ulises, hoy pienso disfrutar más y
mejor, si acaso algún espía surgido del frío no me lo
impide.
A mí me encanta, lo he dicho en bastantes ocasiones, asistir
a las cuchipandas, cócteles, comidas, y sitios donde los
concurrentes, en cuanto reciben los estímulos del primer
vino, se ponen a pegar la hebra como desesperados. Como si
llevaran años manteniendo, por obligación, una ley del
silencio.
Los corrillos que suelen formarse en esos encuentros son
para que sus componentes se muestren amables, cercanos,
atentos, y hagan uso de sus mejores reservas de simpatía sin
que en el envite chirríen los goznes de lo artificial. Y
tratando por todos los medios que la gracia de cada cual
salga fluida. Sin estridencias.
En esas fiestas, lo que resulta imprescindible es no ir
predispuesto a contentar a los que no se van a contentar.
Tampoco es conveniente despellejar a nadie. Y si surge, por
ejemplo, el comentario acerca de un conocido, que suele
lavarse poco y por oler a zorruno, pone en peligro las
pituitarias de sus compañeros de trabajo, uno debe tender a
desviar la conversación. Pues no es bueno dañar así la
imagen del desaseado. Aunque es conveniente que el sujeto,
que peca de espeso, sucio, manchado..., reciba los avisos
correspondientes. Con el fin de recuperarle para la
sociedad. Y, sobre todo, para que la sociedad no deba usar
mascarilla protectora, para evitar la pestilencia.
Coño, hombre, como siga escribiendo así, no sólo me voy a
perder sino que también le voy a amargar la fiesta a cuantos
han acudido al Hotel Ulises dispuestos a pasárselo bomba. De
modo que abandono tal perorata acerca de la higiene y vuelvo
otra vez a justificar las razones por la cual le dedico esta
columna a la Policía Nacional, en día tan señalado para sus
miembros como es el de los Ángeles Custodios, su patrón.
La primera razón es porque aunque no sea yo muy dado a
elogiar ni a la Policía Nacional ni a la Guardia Civil,
tengo un magnífico concepto de las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad. La segunda, porque, una vez más, tendré la
oportunidad de charlar con José Fernández Chacón. Y
la tercera es, sin duda, porque me da la gana. Felicidades
pues...
(Fuera de concurso: Vicente Álvarez es espeso, sucio,
desaseado. Donde trabaja puede haber plante por su olor a
zorruno).
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