Para los ciudadanos medianamente
libres y medianamente inteligentes, la existencia de un
lider no resulta fundamental. No. No es “absolutamente”
indispensable. De hecho, los españoles hemos sobrevivido
años y años sin lideres y aquí estamos, apañándonos como
Dios nos da a entender.
No obstante, la existencia de un lider, de un modelo de
conducta, de un punto de referencia humano e intelectual, de
una sublimación de nuestro ego y que, a las cualidades añada
la de ser capaz de gestionar un poder legítimamente
otorgado, “esa” situación, debe ser auténtico privilegio.
Personalizaré el tema contando una llamada de mi hijo de
veinticuatro años, hace un par de días. Ni él ni los de su
generación han tenido la fortuna de notar y sentir como un
hombre emana carisma. Tal vez por eso mi hijo Beltrán tenía
lágrimas en la voz, confirmando mi creencia de que, el
asistir a la presentación del libro de las memorias de Mario
Conde, escuchar a ese hombre curtido en las cárceles y
golpeado por la injusticia más vil, constituiría un antes y
un después en su realidad.
Y acerté. Un puñado de anécdotas del acto, más de
setecientas personas apiñándose en el salón, los apellidos
más ilustres, las mentes más preclaras, los excelentes.
Muchos jóvenes y mi hijo, que para algo hizo Comunicación,
en la parte trasera junto a unos cámaras con rastas que se
burlaron con placer del tipo que presentó el acto, cachondeo
inenarrable. Hasta que Mario Conde, con las manos vacías,
sin chuletas ni apuntes, comenzó a hablar. Y a contar una
historia de superación personal, la cárcel, a la que fue
arrojado ignominiosamente por un puñado de miserables
marionetas de los políticos, entendida como gran oportunidad
de crecimiento y evolución. El recuerdo de la primera noche
entre rejas, con la angustia atroz de la privación de
libertad, cuando aquel preso le deslizó un pastelillo con
esas palabras de consuelo que constituirían a partir de
aquellos oscuros instantes una referencia emocional “Don
Mario, de aquí se sale”.
Todos pensaban lo mismo que en aquel entonces pensamos
“¿Cómo un hombre, ejemplo de toda una generación de jóvenes
que quiere ser “Mario Conde” , un hombre surgido de la
excelencia y del estudio, no millonario por cuna, sino hijo
de boticario, “se atreve” a anunciar un posible paso a la
política opacando de inmediato las grises figuras de Felipe
y de Aznar?” Hubiera
arrasado. De ahí que le destrozaran. Normal. Los políticos
estaban defendiendo su pan y su diván. ¿De que coño iban a
comer si los españoles les mandaban directamente a la
mierda? ¿O es que eran grandes notarios, neurocirujanos de
prestigio o catedráticos de postín capaces de mantener un
status al abandonar el politiquerío?. Lógico, apañaron un
tema y le metieron en la cárcel, como escarmiento particular
y advertencia general de que, España estaba repartida y que
no cabían más en el pesebre.
Mario recordó uno a uno, con nombres y apellidos a sus
compañeros de prisión y salió la palestra aquella vivencia
feroz de haber estado nueve meses sin querer acceder al
permiso penitenciario al que tenía derecho por ley para que,
los políticos no represaliaran al director de la cárcel, por
haber aplicado la ley y haberle permitido disfrutar de los
beneficios que le correspondían. Y el antiguo director de
Alcalá Meco se echó a llorar. El hombre, el inmenso ser
humano continuó hablando, recordando al fiscal Bermejo, más
tarde encumbrado a Ministro gastoso y que salió por la
puerta de atrás, el fiscal, su inquisidor particular.
“Siento no tener los brazos lo suficientemente grandes para
abrazaros a todos” El recuerdo de la preciosa Lourdes y el
salón sorbiendo lágrimas y los cámaras de las rastas
sonándose los mocos “¡Coño, que tío!” “¡Joder, que
campeón!”.
Y los jóvenes presentes, huérfanos de lideres y de puntos de
referencia desde la cuna, comprendieron allí lo que tantos
comprendimos muchos años atrás, que en la Moral de la
Mediocridad no hay lugar para los héroes y que demasiada luz
deslumbra. Aunque a los mamarrachos que nos han venido
gobernando se les podía deslumbrar con la colilla de un
canuto a medio consumir. Mario Conde reconoció “hoy no
tenemos lideres, pero nos tenemos a nosotros”. Y nosotros,
los españoles dignos, honestos y con vergüenza, parimos de
entre nuestras filas a Marios Condes, muchos serán
neutralizados y eliminados, pero tal vez, algún día, como
Mario lo ha hecho, el lider pueda sobrevivir.
Aunque tan solo sea para que a un chico de veintipocos años
se le pare el corazón unos instantes para luego afirmar con
ilusión ¿Me han entendido? ¡Con ilusión! “Yo quiero ser como
Mario Conde, aunque tenga que pasarlas putas y me den una
noche un pastelillo, yo quiero ser como él”. Como madre
española, gracias Mario. De corazón.
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